miércoles, 11 de diciembre de 2013

Alice. - Capitulo 4

Capitulo 4

La habitación del conejo blanco


Me despierto incómoda y con la espalda dolorida. Abro los ojos y me doy cuenta de que sigo aquí, Wonderland, Submundo o como quiera que se llame. Hace Sol, demasiado como para que pueda mirar a mi alrededor sin entrecerrar los ojos.
Me levanto y busco a Sota con la mirada, está tumbado entre las piedras, como yo lo estaba hace tan solo unos segundos. Me acerco a él y le toco con el pie para despertarlo.
-Hey.- dice al verme despierta. Tiene los ojos entrecerrados y el pelo aplastado, lo cuál me hace pensar qué aspecto debo de tener yo.
Le dedico una sonrisa de tranquilidad, no ha pasado nada malo esta noche. La verdad es que no sé cuanto tiempo he estado dormida ni qué hora pero no me importa mucho.
Él me sonríe también y se levanta en un solo movimiento. Una vez de pie se tambalea un poco y se gira hacia mí.
-Estás horrible.- me dice. No puedo evitar soltar una carcajada, el cansancio debe de haberle afectado un poco.
-Tú tampoco tienes muy buen aspecto.- le digo con un sonrisa burlona.
-No, en serio, ¿te han tirado piedras?- me dice después. Me preocupo un poco y me palpo la cara. Debo de haber estado mucho rato enterrada en las piedras de la orilla del lago, puedo sentir las marcas con solo tocarlas.
-¿Qué teníamos que hacer?- le pregunto cambiando de tema.
-No sé tú pero yo voy a bañarme.- me dice sin dejar de mostrarse cansado. Lo cual me pone de los nervios, cada vez dice cosas más incoherentes.- Adiós.
Comienza a caminar y se adentra en el bosque, al principio me quedo parada y suspiro, pero después me obligo a correr hacia él.
La vegetación del bosque es increíblemente exuberante, y además es enorme. Me muevo rápido pero sin dejar de mirar cada árbol, cada hoja, cada rama.
Por desgracia mi admiración es interrumpida cuando me doy cuenta de que hemos encogido y que, por lo tanto, la vegetación de este lugar es tan común como la de la Tierra, lo único que cambia es que la veo desde otro punto de vista, como si fuera un insecto.
-¿Y a dónde se supone que íbamos?- le pregunto tras unos segundos al volver en mí.
-A ver a la Oruga, no queda mucho.- me responde sin pararse ni un momento. Anda con prisa y sin pausa, lo cuál me hace difícil seguirle el paso de cerca.
Estoy tan solo tres metros de él, al fin cerca. Miro hacia adelante y pienso en correr pero de repente lo veo hundirse en el suelo.
Corro hacia el agujero en el que ha caído y miro a través de él, parece tener unos siete metros de profundidad.
-¿Sota?- le grito asomando la cabeza por el agujero.
-¡Alice! No sabes lo que hay aquí dentro. ¡Huye!- me grita él desde abajo. ¿Huir? ¿Tan malo debe de ser lo que hay ahí abajo? Debe de ser una trampa para atrapar a alguien, pero en tierra, ¿quién nos buscaría? Además, si quisieran cogernos lo habrían podido hacer mientras dormíamos. No me voy a ir, no lo voy a abandonar en ese agujero.
-¡No, no sin ti!- le grito lo suficientemente algo para que lo oigan por los alrededores.
-Alice, no sabes lo que hay aquí, ¡vete!- me vuelve a gritar.
-Tal vez debería bajar para verlo.- le grito pensando en alguna forma de bajar.
-¡No! Esto es una prisión, no soy quien crees Alice, huye, lo único que vas a conseguir quedándote aquí es lastimarte.- me grita esta vez preocupado. ¿qué clase de tortura tiene que estar viviendo ahí abajo?
-Voy por ti.- le grito decidida. Miro hacia mi alrededor, no hay manera de seguir hacia delante, el que haya cavado el agujero debe de haber pasado mucho tiempo planeándolo. Al otro lado del camino hay una seta enorme, lo cual me da una idea. Me alejo del agujero y busco una cuerda entre los árboles, cualquier cosa que me sirva para poder subir o bajar. Veo una liana en un árbol, pero no sé si será lo suficientemente larga como para bajar. Comienzo a tirar de ella con todas mis fuerzas hasta que la consigo arrancar. Lo suficiente larga. Sonrío y vuelvo al lugar del agujero. Hato la liana dejando un espacio para que entre por la seta y la tiro hasta ella. La anudo.
Me agarro lo más fuerte que puedo a la liana y salto hasta la pared.
-¿Alice eres tú?- pregunta Sota desde el fondo.
-Tranquilo, ya bajo.- le digo concentrada posando mis pies en las piedras para no caer en picado.
-¡Alice no!- me grita una vez más. No va a conseguir frenarme.
Continúo bajando hasta que llego al fondo del hoyo y poso mis pies en suelo. Miro a Sota sentado en la tierra húmeda mirándome decepcionado.
-Ya estoy aquí, ¿tan malo era?- le pregunto mirando su cara de agonía.
Me acerco a él con seguridad. Cuando estoy a un metro de él salgo volando y choco con una de las paredes. Un dolor punzante recorre mi espalda.
-¡Alice!- me grita.- ¡Aparta!
Miro hacia arriba y veo un montón de tierra y rocas cayendo hacia mí. Doy un giro me arrastro tumbada como puedo para escapar.
Las rocas comienzan a tocar el suelo con fuerza y una pilla uno mis mechones de pelo. Intento apartarme pero no lo consigo. Podría estar muerta en este mismo momento, estoy salvada por unos centímetros. Noto mi corazón palpitando en cada parte de mi cuerpo, mis manos, en mi cabeza, oyendo cada latido más fuerte al anterior.
-Gracias.- le digo a Sota con un suspiro girándome hacia él.
-Sigues horrible.- me dice con una sonrisa cansada. Le está pasando algo como si estuviera enfermo. La sonrisa que se iba a formar en mi rostro se convierte en una mueca de pánico y horror.
-¿Qué te están haciendo?- le pregunto preocupada.
-He robado demasiado y siempre he tenido suerte. Pero ahora ha llegado la hora de que lo pague.- me dice cerrando los ojos.
-¡No! ¡Sota no!- le grito con desesperación. Me siento totalmente impotente, lo tengo delante de mí muriendo y no puedo hacer nada para salvarlo.
Hago un último esfuerzo por liberar mi mechón de la piedra. Esta vez funciona, corro hacia él todo lo que puedo con lágrimas en los ojos, olvidando el campo invisible que lo mantiene atrapado quitándole cada segundo una parte de su vida.
-Llámame Will.- dice con sus últimas fuerzas.
Choco con campo invisible y siento una especie de fuerza reteniéndome y haciendo que me duela cada parte de mi cuerpo. Pero no lo consigue, mis esperanzas tienen más fuerza y consiguen romperlo. Siento chispazos y luz a mi alrededor pero sigo corriendo hacia Will. Lo cojo con mis brazos y empiezo a llamarlo por su nombre derrochando lágrimas sobre su ropa.
-¿Alice?- me dice en voz baja.
-Tranquilo, te vas a poner bien.- le digo en un sollozo intentando calmarme más a mí que a él.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Alice. - Capitulo 3

Capitulo 3

Una carrera en comité y un cuento largo 

 

Llevamos un rato ya en la bodega sin hablar. Me está empezando a escocer la mejilla por el arañazo, ojalá pudiera verlo, tiene pinta de ser grande, demasiado grande.
Sota me mira y ve mi cara de preocupación.
-Parece que te han pegado tu primer zarpazo.- me dice con gracia para levantarme el ánimo.
-¿Primer?- le pregunto incrédula. Parece que vamos a estar a merced de las ratas durante bastante tiempo. Parece mentira, unas ratas nos tienen cautivos.
-Y bien, ¿cómo salimos de aquí?- le pregunto a Sota, que está apoyado en la pared como si estuviese en su casa.
-No lo sé.- me dice tranquilo.
Apoyo mis manos atadas en las tablas de madera del suelo y me levanto tambaleándome. 
Me invade la angustia de que se hunda el barco y muramos ahogados en la bodega. Sacudo mi cabeza y alejo esos pensamientos.
-Tengo una idea.- le digo a Sota.
Él me mira esperando a que se la cuente.
-Me cuentas por qué estoy aquí y después pensamos algo.- le digo.
-No estás preparada.- me repite una vez más aburrido.- Ya sabes lo que pasó la última que intentas seguir sola.- me dice después con una sonrisa.
Me dejo caer en las tablas para pensar un poco.
-¿Por qué nos raptan los pirratas?- le pregunto.
-Les debo dinero.- me dice sin mucha emoción.
-¿Solo por dinero? ¿Por eso nos raptan?- le pregunto exagerando. Creo que me miente, y si estoy en lo correcto, voy a sacar la verdad a fuera.
-Le debo dinero a mucha gente.- me dice después. Al fin sinceridad.
-¿Y...?- le pregunto para que siga mientras me levanto otra vez.
-La gente de aquí me quiere en la cárcel, es más, me quieren muerto.- me explica. Es sincero, lo miro a los ojos, muestran pena, pero no puedo evitar sentir rabia.
-¿¡Para esto!?- le grito, me ha traído aquí para que muera con él. Estoy más decidida que nunca a encontrar una salida.
-Mira, como posiblemente muera dentro de poco, te diré mis intenciones.- empieza a decir, pero de repente comienza a crujir la madera de la bodega. Algo se acerca, y no tiene pinta de ser algo bueno.
Miro a Sota en busca de alguna respuesta, él niega con la cabeza, pero no sé lo que niega, ni lo que se acerca.
Se oyen rugidos y retrocedo hasta tocar la pared del barco con las manos. Los pasos se hacen más ruidosos y la madera empieza a crujir más. La bodega está temblando.
La pared que tenemos en frente explota partiéndose en mil pedazos.  Me veo forzada a cerrar los ojos puesto que se acercan trozos de madera. Las tablas vuelan hasta mí clavándome astillas en la frente y haciéndome moratones en las piernas.
Cuando abro los ojos estoy sentada en el barco, con un montón de escombros por encima.
-Dodo.- suspiro aliviada sin saber por qué al verlo.
Miro a Sota, también está aliviado.
-¿Dodo?- ruge el dodo empezando a temblar. Se me revuelven las tripas del miedo pero me quedo inmóvil. -¿Dodo?- ruge una segunda vez un poco más alto acercándose a mí corriendo. -¡Dodo!- me grita por tercera vez moviendo mi pelo hacia atrás con su aliento.
-Lo siento.- le digo sin saber que decir.
El dodo pega su pico a mi frente. Comienzo a temblar de miedo, después de que se me caiga un lágrima aunque tenga los ojos cerrados, se separa de mí.
-Siento haberos asustado.- dice el dodo con voz pacífica. No me lo creo, me esta hablando de manera pacífica, parecía una bestia hambrienta pero me está hablando de manera pacífica.
-No pasa nada.- le responde Sota con una sonrisa. Me quito los tablones de encima y miro al dodo.
-¿A dónde os dirigís?- me pregunta el dodo.
Yo me encojo de hombros y miro a Sota en busca de una respuesta.
-Vamos a ver a la Oruga.- le dice Sota al dodo.
-Os dejaré escapar de aquí.- nos dice. Una sonrisa de felicidad se me dibuja en la cara.
-Genial.- exclamo con mi sonrisa. Al momento se me va, no ha terminado de hablar. Me siento estupida.
-Pero antes debo contaros un cuento.- nos dice. Un cuento, no estaría mal un poco de relajación antes de volver a caminar o nadar.
-Te escuchamos.- le digo tímidamente.
-Hubo una vez un ratón, él era bueno y bondadoso,- no sé si el dodo se habrá dado cuenta de que ha dicho dos veces el mismo adjetivo o simplemente querrá resaltarlo.- todo un ratón de honor y confianza. Su nombre era Promius.
Su hermano, tenía un barco, es más, él era el capitán de su propio barco y tenía toda una tripulación de ratones blancos, grises y marrones, los cuales cumplían los tres requisitos de ser un buen ratón, honestidad, fidelidad y valentía.
El reino de los ratones andaba siempre son muchos problemas, entre ellos las enfermedades. Así que el rey, que había oído hablar de una cura en otro mundo, mandó a la tripulación de Colin, el hermano de Promius, a buscarla. El dibujante de la corte les dibujó la planta con mucho esmero, a pesar de no pertenecer a la familia de los roedores y ser un ave, concretamente, un dodo.
La tripulación de Colin tuvo un problema antes de zarpar, necesitaban a otro tripulante, pues a uno le había afectado la enfermedad.
Colin llamó a su hermano para que fuera con ellos, y así Promius, se hizo otro tripulante del barco de Colin. La cura estaba en otro lugar, muy lejano, lejos del Submundo, y lejos de la superficie, un mundo tal vez demasiado lejano como para alcanzarlo con un barco de ratones. Los ratones trataron con la Reina Dama, la gobernadora del Submundo en aquellos tiempos, y ésta les ofreció un portal, pero con una condición. Debían traerle a ella un tesoro de aquella tierra fantástica de la que hablaban. La Reina Dama era una muy buena reina, y por eso no pidió el tesoro para ella, sino para su madre ya fallecida por la enfermedad que atacaba al Submundo, la reina tan solo tenía trece años pero hacía todo lo que podía para que su madre estuviese orgullosa, para gobernar como ella lo hubiese hecho.
Tras dos semanas junto a la Reina Dama la tripulación de Colin cruzó el portal, pero hubo un accidente, la reina dama también lo cruzó al ser succionada por él, y una vez entró, no pudo salir. El reino se quedó sin reina, y las guerras por la corona comenzaron. No se sabía si regresaría o no, pero lo mejor que podía hacer es quedarse allá donde estuviese, puesto que si regresaba la envidia de los demás acabaría con su vida.
Al llegar al nuevo mundo, los ratones encogieron a la Reina Dama para que pudiese navegar con ellos, en busca de la puerta al otro mundo, uno al que no se podría llegar con portales puesto que no sabían su nombre. Navegaron por un río durante seis meses, preguntando a todo el mundo si sabían algo del mundo o de la planta.
Una semana antes de que la Reina Dama cumpliese catorce años, un Pato les dio la solución, una niña o niño de menos de catorce años, debería demostrar creía en algo en el castillo de la Reina Oscura.
Aunque estaban cerca, el trayecto no sería fácil, y además iban con prisa, solo tenían una semana.
La noche de antes de que Dama cumpliese los catorce años, puesto que ya no era una reina, por eso se llamaba Dama a secas, se infiltraron en el castillo de la reina. Dama tenía una poción para aumentar su tamaño, así que se la comió y recitó el siguiente hechizo sin rima:

“Creo creer en lo que debo creer,
necesito la planta curativa,
para ayudar a mi pueblo...
¡Yo creo!”
Apenas unos segundos después de que lo recitase en voz alta, la Reina Oscura apareció. “¡Insolentes, ladrones!” comenzó a gritarles, pero apareció una silueta oscura que rompió una ventana por la que se veía la Luna Llena y la cogió. La Reina Oscura intentó liberarse pataleando, pero no pudo, los ratones se agarraron a su vestido, pero a Dama no le dio tiempo.
Los ratones navegaron por primera vez por el aire, era algo nuevo para ellos. Miraban todas las estrellas, las llamaban derecha e izquierda, al haber solo dos nombres, miles de estrellas se llamaban igual.
Navegaron hacia Derecha, que resultó ser el Sol del Amanecer, y poco después de divisarlo, vieron la isla, la llamaron NuncaJamás, porque nunca jamás se les ocurriría volver allí.
Tras unos acontecimientos que pasaron allí, volvieron al Submundo, pero ya no eran ratones de confianza y honor, eran ratas piratas sucias y traidoras. Raptaron al dodo cumpándole de envenenamiento y lo metieron en su barco, pero, ¿qué pasó, por qué fueron así? Dodo quiere saberlo.
-Es una gran historia.- le dice Sota alagándolo.
-Es tu historia, ¿verdad?- le pregunto, creo que él es el dodo del que habla y que los pirratas lo tienen preso.
-Sí.- me dice el dodo triste.
-Está bien.- le dice Sota- ¿Qué tiene que ver el cuento con nosotros?- le pregunta después.
-La Oruga es muy sabia y tiene oídos por todos lados, quiero que le preguntéis que pasó en la isla y que le habléis de mí.- nos dice el dodo un poco desesperado.
-Está bien, lo haremos.- le dice Sota levántandose.
-Sí.- le digo yo haciendo lo mismo.
-Ah, sí. La salida.- nos dice al vernos dispuestos a irnos. No sé por qué pero creo que no sabe como salir.
El dodo retrocede un poco, y tan solo un instante después se tira la pared derribándola de un picotazo. Las tablas caen al mar. Sota se acerca corriendo y escapa del barco de un salto. Al parecer ya no tiene las manos atadas.
Yo le acerco mis manos al dodo para que corte la cuerda, una vez lo hace, salto.
-No lo entiendo, ¿porqué no sales tú del barco?- le pregunto al dodo.
El dodo pone una pata fuera del barco, o al menos lo intenta, pero parece que está encerrado por una cúpula invisible.
Lo miro con cara de pena y el me devuelve la mirada, pero pronto se convierte en una sonrisa.
-¡No olvidéis hablarle de mí!- me grita con una sonrisa.
Yo le sonrío y después comienzo a nadar.
Al cabo de un rato nadando consigo ver la orilla, al fin. Miro a Sota, él también esboza una sonrisa.
-¿Una carrera?- me pregunta.
Antes de que pueda responder veo aparecer de debajo del agua al menos diez ratoncitos blancos. Ya he tenido bastantes aventuras con ratones, empiezan a cansarme.
-SÍIÍ- gritan los ratones respondiendo a la pregunta de Sota.
-¡Gato!- grita uno, después todos empiezan a nadar hasta la orilla, Sota también participa en la carrera así que me veo obligada a nadar yo también.
Al llegar empiezan a gritar de alegría, no sé de dónde sacan tanta emoción. Miro por encima de nuestras cabezas y veo a un loro repartiendo quesitos por el aire. Los ratones los cogen y se van rodando.
-¿Y ahora qué?- le pregunto a Sota.
-Ahora me voy a tumbar y voy tomar el Sol.- me dice quitándose la ropa mojada.
Le miro incrédula.
-Las ratas podrían volver.- le digo.
-No, estamos lejos de ellas, relájate, olvídalas, y toma el Sol.- me dice tumbado en el suelo relajado.
-Increíble.- le digo sentándome yo también.

martes, 5 de noviembre de 2013

Alice. - Capitulo 2


Capitulo 2

En un mar de lágrimas


Me agarro fuerte a la taza tras traspasar la puerta y abro los ojos. Delante de mi se expande un enorme lago llenándose cada vez más. Pero mas allá del agua se extiende un valle, y un bosque, y montañas, y se puede ver el Sol. He descendido unos seiscientos metros, después he encogido, he navegado en una taza, tras navegar por una habitación he atravesado una puerta y he encontrado un bosque tras ella, nunca lo habría imaginado. Diría que no es real si no sintiese el Sol sobre mí, y la brisa con olor a hierba en mi pelo.
La taza se tambalea un poco y me agarro más fuerte. Cuando vuelve estar estable, me suelto del borde.
-¿Estás mejor?- me pregunta Sota.
-Depende de en que sentido, creo que me estoy volviendo loca. - le respondo. Él se ríe, después me dice:
-Que no te haya pasado antes no significa que no sea real.- me dice como si se riera de mi.
-¿Porqué me has traído? -le pregunto cambiando de tema.
-Aún no puedo decírtelo, si te lo dijese, no me creerías.- me dice sin prestarme atención. Sin embargo yo no puedo dejar de mirarle ni de mirar al paisaje irreal que tengo delante.
-Al menos dime porqué estoy aquí.- le digo un poco desesperada por la intriga.
-Me estás preguntando lo mismo solo que en forma de orden.- me responde mandándome a callar.
Suelto un suspiro y espero hasta que veo arena bajo la taza.
-O me lo dices o me voy.- le digo subiéndome al borde de la taza.
-No deberías, no conoces este mundo, y todo va a sorprenderte.
-Estoy esperando la información.- le digo esperando que me diga algo.
-Te lo digo por experiencia, no te tires.
-¿Nada?- le pregunto esperando que me lo diga una vez más.
-Anda, métete otra vez en la taza.- me dice. Se cree que no tengo ninguna idea de lo que hago. Me voy a tirar.
-Adiós.- le digo pegando un salto.
Para mi sorpresa lo que parecía arena de playa no lo es. Me hundo al posar los pies en el agua arenosa y saco la cabeza asqueada.
-Te lo dije.- me dice mirándome desde la taza con ambiente sarcástico.
No lo entiendo, parecía arena. Me invade la rabia y la frustración pero me agarro a su mano y subo de nuevo a la taza. Estoy empapada y sucia, además, ahora tengo frío.
-La próxima vez me harás caso.- me dice con una sonrisa de satisfacción.
No le respondo. Me ha dado una lección. No quiero estar aquí, pero cada vez me invade más la curiosidad.
Al cabo de un rato empiezo a ver animales nadando desesperadamente por salir de lago, o mar, o lo que sea en lo que estemos navegando.
-¿Qué les ha pasado?- le pregunto preocupada a Sota.
Él me mira y yo miro sus extraños ojos amarillos, entrecerra-dos pero brillantes.
-Tú, tú eres lo que les ha pasado.- me dice serio. Después comienza a reír.
No para de burlarse de mí, dejo de mirarle los ojos y vuelvo la vista hacia el mar.
-Al abrir la puerta has hecho que esto se inunde.- me explica.
-¿Y por qué no me has dicho que no la abra?- le grito. Ahora me siento culpable, yo no sabía lo que hacía.
-Porque así llegaríamos antes.- me explica. Solo piensa en sí mismo, he inundado un pueblo de animales y para llegar antes a un lugar, eso no está bien. Pero lo peor es que me lo creo.
-¿A dónde?- le pregunto. Cada vez tengo más curiosidad.
-A ver a un sabio, allí.- me dice señalando un bosque con árboles enormes.
-¿Por qué tenemos que ver a un sabio?- le pregunto.
No obtengo respuesta de esa pregunto porque de repente nos asalta un ratón gigante que se mete dentro de la taza. Intento retroceder pero no puedo, es nuestro fin.
El ratón nos mira con ojos asesinos, parece que en su interior está quemándose carbón. Saca una espada y chilla algo que no logro entender. Aparecen más ratones con espadas y nos arrinconan en el centro de la taza.
-Otrra vezz tú.- dice un ratón.
-Ssota de Corazzoness, creí que no ibas a volver máss.- le dice otro ratón apuntándole con su espada.
Miro a Sota y veo que no tiene armas, estoy perdiendo la esperanza.
-¿Y quién es essta?- pregunta un ratón olisqueándome.- Huele aa... ¡ALMENDRA!- dice gritándome.
Todos los ratones me miran hambrientos. Me meto las manos en los bolsillos encuentro una bolsa de almendras.
-Os daré la bolsa de almendras si os vais.- les grito.
-¡Callllá!- me grita el capitán.- Danoss la bolssa y salid de la tazza.- me dice después.
Miro a Sota desesperada y él asiente. Dejo caer la bolsa en el centro de la taza y me tiro al agua. Sota también se tira.
Los ratones se tiran todos a la vez a por la bolsa y vuelcan la taza, me giro hacia el bosque al que vamos comienzo a nadar con todas mis fuerzas.
-¿Cómo eran tan grandes los ratones?- le pregunto mientras nadamos.
-Ellos no eran grandes, tú eras pequeña.- me responde gritando.
Tiene sentido, ellos cabían por la puerta sin tener que beber nada. Sigo nadando mientras reflexiono sobre lo que ha pasado.
Al cabo de un rato Sota señala una roca. Nado hasta ella y me subo.
-No podía más. -le digo mientras recupero el aliento.
-Te comprendo.- me dice sentándose en el suelo.
-¿Por qué te conocían esos ratones, qué les has hecho?- le pregunto más calmada.
-No eran ratones.- me dice.
-¿No, y qué eran?- le pregunto sarcástica.
-Pirratas.- me dice echándose a reír.
Yo también empiezo a reírme, nunca lo había pensado, ratas piratas, pirratas.
-¿Cuánto nos queda para llegar?- le pregunto cuando veo la puesta de Sol.
-Bastante. Será mejor descansar seguir mañana.
-Está bien.- le digo antes de empezar a reírme otra vez.
-¿Qué pasa?- me pregunta mirándose.
-Pirratas.- le respondo sin parar de reír. Él también se ríe.



Me despierto a media noche y siento luces anaranjadas antes de abrir los ojos. Al abrirlos pego un chillido. Una rata me está olisqueando.
Los pirratas han vuelto, pero esta vez la palabra no tiene gracia.
-¡Sota!- chillo intentando quitarme las pezuñas de la rata de encima. Le busco con la mirada, y lo encuentro agarrado por dos ratas y llevándolo a un barco. No lo entiendo, les di las almendras.
-¿Quéé hacemoss conn essta Coffy?- le pregunta la rata que me olisqueaba a otra.
-¿Coffee?- murmuro sin que nadie lo oiga.
-¡Capitanoo!- grita la rata dando vueltas como loca. Tiene sentido, el café tiene cafeína. Empiezo a reírme en solitario hasta que me pegan un zarpazo en la mejilla.
-Calla.- me bufa la rata que me ha pegado enseñándome los dientes. Me estoy asustando de más, o tal vez solo era que no estoy acostumbrada a esto.
-Dejadla aquí. Por favor, no os ha hecho nada.- oigo decir a la voz de Sota.
Una rata me coge de los pies y la otra de los brazos. Empiezo a chillar, pero no sé si es por el dolor de la mejilla o por que quiero que me suelten. Tal vez solo es que me ha dado por chillar.
Miro a Sota mientras me llevan al barco. Va sonriendo. Me fijo en sus ojos para ver si es una sonrisa real o no. Lo es, pero no entiendo la razón.
Al entrar en el barco me atan las manos y los pies, seguidamente me tiran a un sótano. Al terminar mi caída miro a Sota. Se está forcejeando entre las cuerdas pero no logra nada.
-¿Por qué sonreías?- le pregunto sin dar rodeos.
-Es más fácil escapar siendo dos que siendo uno.- me dice soltando una carcajada.
-Arrogante.

jueves, 24 de octubre de 2013

be happy.



be happy.

    Si no eres feliz con este texto no voy a conseguir que lo seas, pero al menos voy a intentar que luches por tu felicidad y mantengas la esperanza de algún día encontrarla.


    Todos tenemos problemas, algunos nos parecerán más graves que otros, pero problemas igualmente son. Los problemas de la gente a veces nos parecerán grandes estupideces, pero, ¿en qué medida sabes tú lo que le afectan los problemas, por pequeños que sean, a esa persona?¿Sabes tú acaso si él o ella es feliz? La repuesta es no. Un NO con mayúsculas. NO la conoces, aunque creas que sí. Al igual que nadie te conoce. No sabes su deseos, lo que piensa, el motivo por el que hace las cosas, lo que le importan las personas, o lo que le importa su propia vida. Si alguien quiere quitarse la vida no lo culpo, culpo a los causantes de esa decisión, esa difícil decisión.
    Sinceramente, por lo que deberías seguir adelante es por lo que vas a dejar atrás si no lo haces, si tienes una familia piensa en ellos y en como se sentirían si hicieses tal cosa. Pero no sólo en los que están cercanos a ti sino en todos. Si ahora mismo no quieres seguir adelante haz una pausa, pero no digo en el texto, sino en tu vida. Te pido por favor que no pierdas el ánimo ni la esperanza y, sobretodo, que no abandones, no lo hagas porque si lo haces, habrás perdido, y no sabes lo que pierdes ni lo que te pierdes.



No sé si esto te habrá
subiedo el ánimo o te
habrá dado ganas de vi-
vir, de seguir adelante,
pero si no eres feliz,
busca la felicidad.


O al menos razones para serlo.


sábado, 12 de octubre de 2013

Alice. - Capitulo 1


Capitulo 1

El descenso por la madriguera


Camino por la calle pegando pequeños saltitos sacucudiendo mi pelo en el aire. Me dirijo hacia mi casa, he tenido un largo día de clases y tan solo el hecho de tener tiempo libre durante unos minutos me parece una buena noticia. Me gusta celebrar las cosas pequeñas.
El Sol hace relucir mi pelo rubio, lo que me hace más llamativa. Me siento en un banco y a continuación me pongo mis auriculares y me dejo llevar por el sonido de la música mientras observo a las diferentes personas que pasan, cada una con algo especial, cada persona única, con sueños y esperanzas. Algunos muestran sonrisas, otros parecen tristes o frustrados, la mayoría va con prisas, y otros, simplemente caminan neutrales, sin pausas, pero sin prisas.
Continuo caminando mientras anochece, el invierno se nota en el Sol, pero no en la temperatura. Voy con una sudadera, unas mayas y unas zapatillas de tela, no me hace falta nada más. Camino con las manos en los bolsillos observando la el pavi-mento mojado.
Noto que me tocan la espalda, pero al girarme no veo a nadie. Estoy segura de que me han tocado, alguien no puede desaparecer así sin más.
Me toco la espalda y descubro un papel pegado al gorro de mi sudadera. Lo leo:
Look at the moon”
“Mira a la luna.” Me quedo reflexionando si debería mirarla o no durante unos minutos, acabo por mirarla. Arrepintiéndome segundos después de hacerlo.
No le veo nada especial a la luna, giro la cabeza hacia un lado pero no me da tiempo a girarla hacia otro lado puesto que una mano tira de mí y me tapa la boca. Quiero gritar, pero no puedo. Le muerdo un dedo pero eso no hace que me suelte, es más, me ata las manos con una cuerda suave. Es raro, siento que mis manos están atadas pero no siento que me aprieten.
Veo un conejo en la carretera, no tiene sentido, no hay conejos en la ciudad. Tiran de mí hacia atrás sin que pueda resistirme. Antes de que pueda mirar a mi alrededor veo que todo se mueve. O tal vez me muevo yo. El miedo y la adrenalina me envuelven con el aire que revuelve mi pelo. Estoy en una moto, y el conejo la sigue corriendo. Pero eso no quita que me estén raptando.
No sé ni como es que no me caigo de la moto cuando estoy sintiendo que vamos a más de ciento treinta kilómetros por hora. Tampoco entiendo como el conejo es capaz de seguirnos y no quedarse atrás con la velocidad a la que vamos.
Al cabo de un rato veo que mi pelo se ha hecho una perfecta trenza de espiga. ¿Qué clase de raptor peina a sus víctimas?
Cierro los ojos un momento, pero cuando los abro no veo la luz de las farolas. Miro hacia la luna y veo una sonrisa de tiburón dibujada en ella. Dejo de mirarla porque me hago daño en el cuello tras un bache.
Oigo un gran golpe delante de la moto, pero no puedo ver de que se trata. La moto comienza a elevarse y grito, o al menos lo intento. Hemos saltado una farola, y el conejo también lo ha hecho. Me fijo más en el conejo y veo que brilla. Acerco mi cabeza hacia él aunque esté a unos cuantos metros de mi y mantengo la vista en él, pero un frenazo hace que choque mi cabeza contra la espalda de mi raptor.
Giro mi cabeza y veo chispas. Casi nos aplasta una farola. Mis pulsaciones suben y siento calor. Esto empieza a darme más miedo de lo que me daba. Vuelvo la vista hacia el conejo.
El conejo se acerca e intenta despegar de su pata un papel. Esta vez pone solo una palabra. Agudizo mi vista para verla mejor.
Fall.”
Los conejos no pueden hablar ni comunicarse con las personas, ni mucho menos escribir.
Me bajan de la moto sin que pueda ver nada por la oscuridad. Me desatan las manos. Noto que puedo volver a hablar.
Una puerta se abre como por arte de magia. En su interior veo luz azul. El conejo se acerca y entra.
Me empujan hacia la puerta pero no veo absolutamente nada dentro. Bajo la vista y veo un gran agujero que emite luz azul. No. Van a tirarme por ahí.
Intento andar hacia atrás pero no puedo. Aunque no da resultado sigo intentándolo lo que hace que no avance en ningún sentido.
-Tranquila.- me dice una voz masculina al oído.
-No.- le digo. Noto un empujón mayor que supone mi muerte y dejo de notar el suelo en mis pies. Suelto un fuerte alarido de miedo. Miedo de verdad. No puedo parar de gritar, no hay fondo. Me veo iluminada por la luz azul mientras caigo. Cada vez es más potente, cada vez me ciega más. Sigo sin ver el fondo. No sé cuanto tiempo llevo bajando, pero está claro que no voy a volver a subir. Se me abren los ojos. Veo el fondo. No puedo cerrarlos. Noto que me escuecen del aire que les entra dentro.
Caigo al fondo y reboto hacia arriba, no estoy muerta. Pero no siento la mayoría de mis articulaciones.



-...lice, Alice ¡Alice!- oigo nada más despertarme.
-¿Q-qué?- pregunto desorientada. Abro los ojos y me siento. Puedo moverme, pero sigo en el fondo de aquel agujero. Es como una gran excavación adornada con cuadros y estanterías con figuritas. No puedo creer que sea real, y mucho menos que esté viva, caí desde un kilómetro de altura por lo menos en un trampolín. No es posible salir viva desde tanta altura, por muchos trampolines que haya será imposible, o mejor dicho, increíble. Me levanto y salgo del trampolín. Miro hacia arriba y solo veo un agujero hacia el cielo, pero no veo el techo. Miro hacia las paredes de tierra y encuentro una pequeña puerta con la vista. D repente me vienen miles de preguntas a la cabeza. - ¿Dónde estoy? ¿Y quién eres? ¿Por qué me has traído aquí?- empiezo a gritarle sin parar. Me muevo hacia la puerta pero mi raptor me para.- ¿Y como sabes mi...?- me tapa la boca con la mano.
-Aquí las preguntas las hago yo.- me dice quitándome su mano de la boca pero me agarra de los hombros inmovilizando todos mis movimientos.
-¿Qué quieres preguntar?- le digo con resignación.
-¿Por qué un infinity?- me pregunta mirando mi sudadera. La sudadera es blanca con un infinito en negro con la palabra infinity en él.
-¿Qué más da mi sudadera?- le pregunto gritando e intentando escapar.- ¿Por qué me has...?- me vuelve a tapar la boca hasta que me tranquilizo.
-¿Mejor?- me pregunta con una sonrisa irónica.
Asiento con la cabeza.
-Bien, responde.- me dice después.
-Pues no lo sé, me gustaba la sudadera y simplemente me la compré. ¿Por qué me has traído aquí?- le pregunto esta vez más calmada.
-Intereses.- me responde sin realmente darme una respuesta que me saque de mis dudas.
-¿Qué sitio es este?- le pregunto esperando una buena respuesta.
-Wonderland o Underworld, como quieras.- me responde. País de las Maravillas o Mundo de debajo, me quedo pensando y reflexionando sobre la bajada por el agujero, esto es irreal.
-¿Cómo sabes mi nombre?- le pregunto esta vez.
-Cada cosa a su tiempo.- me responde.- Pero puedes saber mi nombre.- se queda callado mirándome y yo le miro a él. Sus ojos son de un color amarillo y tiene el pelo oscuro y hacia arriba, no me había fijado hasta ahora.
-¿Cuál es?- le digo después que un rato de silencio.
-¿Por qué no avanzamos? Nos espera un largo camino.- me dice cambiando de tema.
-No, yo me voy.- le digo forcejeando entre sus brazos.
-Está bien vete.- me dice antes de soltarme. Me muestro sorprendida al quedar libre de sus brazos. Doy unos pasos hacia el agujero y miro hacia arriba con cara de preocupación.- Aunque, ¿como quieres irte? La madriguera desciende unos seiscientos metros hacia abajo.- me dice con una sonrisa de razón en su cara.
Vuelvo con él arrastrando los pies y le digo frustrada:
-¿Hacia dónde hay que ir?
Él sonríe, es listo. Parece que lo tenía todo planeado y ha conseguido aislarme de la intriga hacia su nombre. Pero, ¿cómo sabía mi nombre? ¿y cómo ha salido de la madriguera?
Me hace un gesto hacia la puerta con una sonrisa. Le sigo hacia la puerta y pasamos a otra habitación. Estamos en una habitación redonda, con unas ocho puertas y una mesa de cristal y dos sillas en el centro.
Voy al centro de la sala y me quedo mirándole.
-¿Por dónde?- le pregunto.
-¿Qué gracia tiene si te lo digo yo?- me pregunta él a mi anulando mi pregunta.
Voy intentando abrir las puertas sin mirarle. La sexta puerta se abre, y de ella empieza a salir agua que me hace retroceder.
-¿Y ahora qué?- le pregunto mirándole a los ojos con desesperación.
Él me lanza una botellita del tamaño de un dedo. La cojo al vuelo y la miro de cerca. Tiene una nota atada en la que pone “Drink me” y su interior es azul. 
 


-No será ningún veneno, ¿verdad?- le pregunto mirando la botellita y su líquido azulado.
-Si lo fuera ya te habría matado yo mismo.- ese comentario me causa un poco de miedo. Ahora mismo dependo de él.- Bebe.- me ordena después.
Me acerco la botella a la boca y cierro los ojos. Empiezo a notar que el agua me cubre más y que la botella pesa más y se me hace más grande. Cuando abro los ojos el agua me cubre entera y me veo forzada a nadar.
El chico que me raptó es enorme, me lanza una taza para que me suba. Lo hago. Empiezo a darme cuenta de que mido menos que la botella que me he tomado.
Miro al raptor otra vez, levanta una cortina y descubre otra puerta. Se acerca a la mesa corriendo y coge una llave dorada, no me parecía haberla visto antes. Me siento como una carga al no poder hacer nada salvo mirar. Estoy en una taza mientras se inunda la habitación. No es real.
El chico se sube en la mesa tras abrir la puerta y salta a la taza bebiéndose una poción como la mía en el aire, puede que no le de tiempo a encoger antes de caer. Me encojo en mí misma buscando refugio y se me saltan las lágrimas del miedo. La taza vibra un poco, y cuando miro hacia el exterior me siento aliviada, pero no puedo parar de llorar.
-¿Asustada?- me pregunta con una sonrisa.
No le respondo y miro hacia la puerta que ha abierto, medirá veinte centímetros, y sin embargo vamos a pasar por ella.
-Sota.- me dice tocándome el hombro.
Le miro incrédula.
-Sota, Sota de Corazones.

lunes, 23 de septiembre de 2013

hypocrita
















hypocrita


    Este este el momento de la vida, en el que te engañan, te juzgan por tu forma de vestir y no de ser. El momento, en el que tiendes a cambiar tu vida, de manera radical. El momento en el que cambias tu imagen de los pies a la cabeza, fijándote en el más mínimo detalle que pueda delatar tu antigua existencia para eliminarlo completamente. El momento en el que te comerás la cabeza todos los días ocultando tu verdadera personalidad, pero creando una nueva que le guste a los demás. El momento en el que te sumas al club de los hipócritas.
    Puede parecer que tienen una vida perfecta. Pero no es así. 
    ¿Quieres razones? Estaré encantado de dártelas.
    La primera, como ya te he dicho antes, no puedes ser tú mismo. Crees que tu forma de ser es un asco. No lo es. No. Ser un hipócrita si es un asco. Tú siendo tú mismo/a eres único. Los hipócritas suelen ser casi todos iguales. Se dividen en varias clases, pero no las voy a citar, al menos en este texto.
    Segunda, si te vas a convertir en un hipócrita debes saber que los hipócritas fingen estar bien todo el tiempo, y que, por lo tanto, no son capaces de sincerarse con ellos mismos y ni mucho menos con los demás, pero allá tú, Tus decisiones, tuyas son.
    Tercera, empezará a importante mucho como fastidiar la vida de los demás que mejorar la tuya propia. Estarás cotilleando todo el rato sobre los demás intentando hacer pequeñas grietas que romperán la vida de los demás.
Y punto.

lunes, 16 de septiembre de 2013

DESPERTAR




DESPERTAR

Despierto en el campo de batalla. Hedor. Es lo primero que percibo al despertar.
La verdad es que ha sido un largo día. Me levanto como puedo y miro mi ropa, está manchada de sangre por todas partes, pero son manchas pequeñas, al parecer no tengo ninguna herida grave.
Miro al frente y veo que otras personas sí las han tenido, no distingo a nadie conocido. Puede que sea egoísta pero no me importa lo más mínimo si están muertos todos o si siguen vivos. Lo importante aquí es si sobrevives tú o no.
Aparto la vista de los heridos y miro hacia las montañas. No sé a dónde ir. No tengo casa, no tengo familia, no tengo nada.
Me quito mi pañuelo de la cabeza y me limpio la cara. Es rojo. Pero no porque esté teñido de sangre. Es su color, y el mío también.
Doy unos pasos hacia las montañas y después de caminar durante un rato, echo la vista atrás. Una enorme mancha roja se funde con la tierra mojada. Ahora hace Sol, pero parece ser que ha llovido.
Sigo andando pasivamente, tengo prisa, pero me faltan fuerzas. A cada paso que doy se me hace más difícil mover mis pies. Me pesan las piernas, me pesan demasiado.
Noto que me tocan la espalda. Pero antes de que pueda girarme me empujan haciéndome caer. Me doy media vuelta y no veo a nadie. Me habré caído simplemente. Me escuecen los ojos y tengo mucha sed, pero si me quedo aquí parado no llegaré a ninguna parte. Y no pienso morir ni darme por vencido. Eso nunca.



Tras unas horas caminando a duras penas llego al lago, me pare-cía imposible, la verdad. El lago. Lo ansiaba tanto.
A pesar de mi cansancio corro hacia él y meto la cabeza dentro dejando una mancha roja en el agua. Miro hacia la mancha durante unos minutos, me siento culpable, al menos hasta que se desvanece.
Me quito la ropa lentamente, que se va llevando trozos de mi piel. Me duele, pero he sentido dolores más intensos, dolores que no eran consecuencia de las heridas, sino del corazón. Me sigo quitando la ropa y la piel, pero esta vez, más rápido. Tengo muchas ganas de sentir el agua del lago.
Una vez que me lo he quitado todo me tiro al agua. El dolor de mis heridas se ve reducido a pequeños cortes en mi piel desnuda. El agua me acaricia suavemente limpiándome.
Vuelvo a notar un empujón. Pero tampoco es real.
Sigo dejando que el agua me masajé y alejándome del mundo físico en el que vivo, ya no me importa nada, mis cortes han sido reduci-dos a pequeños arañazos, y estos pronto desparecerán.
Cuando salgo del agua me pesa el cuerpo, me acerco a mi ropa para tirarla al agua pero justo antes de que lo haga veo una nota:

No ha sido un espejismo.”

Eso es lo único que pone. Sonrío para mis adentros y me acerco de nuevo al lago noto que unas manos me acarician por detrás y noto un beso en mi cuello.
Esta vez sonrío de verdad. Hacia el mundo físico, sin darle importancia a quién me vea.
 

miércoles, 4 de septiembre de 2013

CUARTO CAPITULO


Cuarto CAPITULO

Acabo de terminar las pruebas para el equipo de volley. Me siento diferente, me da impresión de que lo he hecho bien. Tal vez entro en el equipo.
Estoy sentada en el campo de voleibol, cogiendo piedras y dejando que caigan. Al caer parecen una cascada.
-¡Rubia, no estamos en el parque, ve a los vestuarios a cambiarte!- me grita el entrenador. Lo miro con una cara de que me importe poco lo que me ha dicho y sigo con las piedras.
La verdad es que no he entrado en los vestuarios con las demás que han hecho la prueba porque quiero tener intimidad.
-¿No me has oído?¡Que vayas a cambiarte!- me sigue gritando. Y yo le ignoro.- Tengo a las cinco y media otra prueba, ¡quieres ir ya a cambiarte!
Sigo sentada contando piedras.
-¡La prueba es de chicos, y son mayores que tú!- me vuelve a gritar. ¿Se puede saber que intenta?- ¡Aquí no es que se cumplan las normas, ¿sabes?!- acabo de captar el mensaje.
Miro mi reloj. Son las cinco y cuarto. Tengo quince minutos para ducharme, cambiarme y desaparecer. Mierda.
-¡Mira niña!- me grita mientras se acerca.
-Lo he captado. Ya me voy.- le digo levantándome.
Cuando llego al vestuario las pocas chicas que quedan ya se están yendo. Y eso significa una cosa: intimidad.
Me desnudo y meto la ropa usada en una bolsa que meto en la taquilla veintidós, donde tengo la toalla y la muda. Cojo la toalla y me dirijo a las duchas. El agua está fría, me sobresalto pero aguanto dentro sin importarme la temperatura del agua. Al salir me invade una sensación de alivio, no hay nadie en los vestuarios, además lo he pasado mal con el agua fría, tengo la piel de gallina. Me enrollo la toalla alrededor del cuerpo y miro el reloj. Corro hacia la taquilla en la que tenía la ropa. Son menos veinticinco. Me visto lo más rápido que puedo y salgo de los vestuarios con el pelo mojado y el cepillo en la mano.
El entrenador tenía razón, vienen hay el campo de voleibol. Quiero esconderme pero no sé dónde, y además me verían.
Son muy altos, me deben de sacar dos cabezas.
Intento andar rápido pero estoy cansada. Soy estúpida. Consigo andar un poco más rápido de lo que iba sin que me domine el cansancio.
Se acercan. Estoy apunto de pasar por el lado. Ya. Ya está. No, se han parado. Sigo adelante sin parar.
-Eh, ¿qué hace una chica tan pequeña como tú por aquí?- me dice uno. No le miro y sigo hacia adelante.
-¿Tienes miedo enanita?- me pregunta otro.
No aguanto más y me giro. Ahora no sé que decir.
Uno de los chicos se acerca a mí. Es rubio, lleva el pelo hacia arriba y tiene los ojos verdes. Lleva una camiseta de tirantes blanca y unos pantalones cortos grises.
Quiero irme, pero me quedo inmóvil.
-Se dice hola.- me dice agachándose. Los otros chicos se ríen. Parecen idiotas.
Se levanta y se va.
-También se admite lo que uno es, que en tu caso gilipollas.- le grito enfadada. Los chicos que iban con él se ríen. Él se gira hacia a mí.
-¿Cómo una chica como tú puede decir esas barbaridades? Ya deberías estar acostada.- me dice. Los otros vuelven a reírse. No sé quien es más estúpido, si él por decirlo o ellos por reírse.
-Ya deberías estar acostado tú con tu madre.- le suelto con una falsa sonrisa.
-¡La pequeñina tiene carácter!- grita uno de ellos. Después se van entre risas. El chico rubio se queda mirándome y después se va con los demás.
Yo doy media vuelta y sigo con mi camino. Es mi tercer día en la academia y ya tengo un enemigo.

La música me desahoga, me relaja, me separa de todo. Estoy empezando a olvidarme de todo por unos instantes. Estoy completamente relajada, y eso me gusta. Me quito los auriculares un momento y vuelvo a la realidad.
Son las ocho y cinco. Me he quedado dormida.
Me levanto rápido de mi cama y corro a por el peine. Llego tarde a la prueba de Ben y ni siquiera sé dónde se hace.
Miro mi móvil. Tengo trece llamadas perdidas, y son todas suyas. Corro hacia las escaleras mientras le llamo lo más rápido que puedo.




Estoy corriendo sin saber a donde voy, y estoy exhausta, habré decepcionado a Ben, no soy una buena novia, pero peor aún, no soy una buena amiga, me he dormido sin que me importase nada.
No puedo más.
Y.
Me.
Caigo.
Abro los ojos y lo veo todo blanco, parpadeo para ver mejor y veo a un chico y a una chica mayores que yo. No les presto atención y me le-vanto, o al menos lo intento, porque no me quedan fuerzas.
Voy a decir algo pero tampoco puedo hablar. No puedo creer que me esté pasando esto, mis ojos se cierran contra mi voluntad y me quedo inmóvil. No puedo creerlo.
Esta vez me despierto en otro lugar, las paredes son blancas y las baldosas brillan, estoy en una cama, y hay más camillas a mi alrededor. Me quito un paño mojado de la frente y levanto mi tronco para observar la sala. Miro mi reloj, son las nueve y media de la mañana, ¿qué me ha pasa-do? ¿y dónde estoy?
Se me acerca alguien y me hago la dormida rápido, quiero descansar y pensar qué me ha pasado.
Me pone el paño en la cabeza con suavidad y me acaricia el pelo. La intriga me invade. Me encantaría saber quién es pero no quiero quedar como una mentirosa que finge estar mal ante alguien que me trata tan bien así que permanezco con los ojos cerrados. Empiezo a oír ruidos, son pasos. Se abre la puerta de la habitación.
-¿No deberías estar en clase?- oigo decir a una voz masculina, parece un adulto, será un médico. La mano de la persona que me estaba acari-ciando el pelo para de hacerlo y se va. ¿Quién es? Quiero abrir los ojos aunque solo sea por un momento, pero oigo pasos cerca de mí, el doctor se acerca.- Vamos a ver que te pasa y a averiguar por qué no despiertas.- dice en voz baja. Seguramente piensa que nadie lo está escuchando. No debería haberme hecho la dormida.
Estoy pensando en despertarme, o al menos fingirlo.
Abro los ojos lentamente simulando que me despierto y me estiro.
-Buenos días Eveline.- me dice el médico.
Me giro rápido hacia él y finjo que no sé donde estoy mirando hacia ambos lados y al techo.
-Te desmallaste y ahora estás en el hospital.- me continúa diciendo.
-¿Cuándo saldré de aquí?- le pregunto con la voz cansada.
-Cuando te recuperes del todo.- me dice- pero tranquila, solo has perdido un día de escuela, y no parece que te pase nada grave.
Me siento aliviada por unos instantes.
-¿Alguna vez te has desmayado?- me pregunta, vuelvo a estar nerviosa y preocupada. Sí, si que me he desmayado varias veces en mi vida, aunque no me había vuelto a desmayar desde hace dos veranos. No quiero volver a los desmayos, me prohibían hacer muchas cosas. No sé si decirle la verdad al médico, me da miedo que me vuelvan a prohibir ir a sitios, o simplemente salir sola a la calle.
-Pues...- le digo, no sé qué decirle, pero si no se lo digo viviré en una mentira.- la verdad es que estaba muy cansada y había dormido poco.- no sé a dónde quiero llegar.
-Está bien Eveline, ¿pero alguna vez te has desmayado?- me vuelve a preguntar. Le voy a decir la verdad.
-Sí.- suspiro, ahora vendrá un gran interrogatorio y me arrepentiré de haber dicho la verdad.
-Y, ¿normalmente por qué causas te desmayas?- el interrogatorio ha empezado, estoy pensando en responderle de manero cortante, así se sentirá incómodo y puede que deje de hacer preguntas.
-Cansancio.- le respondo sin ninguna emoción en mi cara.
-¿Cuándo fue la última vez que te desmayaste? aparte de ayer.
-Hace dos años que no me desmayaba así que no tendrá importancia.- le digo. Me siento un poco irritada, no quiero que pase nada malo.
-¿Me podrías dar más detalles?- me pregunta. Estoy irritada, aunque más que eso lo que estoy es asustada.
Tiemblo, empiezo a temblar de miedo. Consigo tragar saliva y contestar a la pregunta del médico.
-Solía, solía desmayarme en la piscina.- noto que se me empiezan humedecer los ojos. Está volviendo a pasar, no quiero, no quiero. Tiemblo más que antes.-Al pasar mucho tiempo nadando me pasaba, perdía el conocimiento y me ahogaba.- las últimas palabras las digo tragándome las lágrimas.
-Tal vez se deba a tu forma física Eveline.- me dice.
-No, pensé que si dejaba de hacer deporte mis desmayos se irían, pero no, han vuelto.- le explico llorando, ya no puedo pensar, no puedo controlarme y rompo a llorar.
El médico se va y me deja sola, llorando. Empiezo a hacerme la idea de que mi intento por tener una nueva vida está fracasando. Me mirarán con cara de pena, me tomarán por una chica inofensiva e indefensa y pensarán que no puedo hacer nada sola, es más, Ben me tratará de forma diferente y Rob será un extraño para mí.
Mis lágrimas cesan tras un rato y me doy cuenta de que puede que estuviese delirando, puedo guardarlo en secreto, es más, voy a hacerlo, espero no desmayarme cuando esté con alguien importante para mí.
Me encuentro mucho mejor que cuando me desperté, saldré de este hospital en breve.
Me levanto y me dirijo hacia la puerta, voy decirle lo que pienso al doctor. En mi camino me encuentro con camillas vacías, al parecer soy la única que ha estado aquí. Abro la puerta y busco al doctor. Me encuentro en un pasillo vacío con sillas azules, todas están vacías. Camino descalza hacia la puerta que tengo en frente y la abro.
-¿Qué haces aquí Eveline?- me pregunta al verme.
-Ya me encuentro mejor y sé lo que me pasa así que, ¿me puedo ir?- le pregunto en voz baja.
-Aún no.- me responde.
-¿Cuándo?- le pregunto impaciente.
-No lo sé, si me lo has contado es verdad, podrías irte en media hora, pero tienes que comprometerte a una cosa.- me dice. Me comprometeré a lo que sea para salir de este hospital.
-Está bien, ¿a qué me tengo que comprometer?- le pregunto con im-paciencia.
-Tendrás que venir una vez cada dos días a partir de mañana.- me dice. Me quedo inmóvil.
-¿Por qué?- no me lo puedo creer, voy a tener sesiones de hospital cada dos días.
-La mayoría de los desmayos de las chicas de tu edad ocurren por anorexia, hablarás con una experta y ella descubrirá lo que te pasa.
-¿Pero usted está loco o que le pasa?- le digo irritada.- ¡No soy una de esas chicas que solo se preocupan por su imagen!- le grito. Me ha mo-lestado muchísimo que me tome una chica anoréxica.
-Puedes irte Eveline, te espero mañana a las seis.- me dice sin hacerle caso a mi comentario.
Cierro la puerta de un portazo y me voy.




En el comedor reina el bullicio de siempre. Me he sentado con Ben, Maddy y Austin, les he dicho que ayer me caí y que perdí el conocimiento pero que no era nada grave.
-¡Eveline!- me grita Ben.
-¿Qué?- le pregunto desorientada.
-Te he llamado cuatro veces, estás al lado mío y no has reaccionado, ¿qué te pasa? ¿es por lo de la caída?- me pregunta acercándose a mí cari-ñosamente. Me trata genial, y no quiero perderlo.
-Es que...- le digo. No sé si decirle la verdad pero no puedo seguir porque me calla con un beso. Me acaricia el pelo y después se separa de mí bruscamente. Ahora estoy ardiendo, me arde el cuello, la cara, y posi-blemente esté roja. Esto sudando.
-Lo siento.- me dice. No le respondo, estoy tan nerviosa que no pue-do hablar, Ben ya me había besado antes pero esto es distinto, ahora estamos delante de gente, delante de mucha gente.
No miro hacia ningún lado, le miro sólo a él. Acerco mi mano hacia su cuello y lo acerco a mí lentamente. Él vuelve a acariciarme el pelo y me besa, me dejo llevar, no me importa quién me vea, solo me importa él.
Cuando nos separamos veo a medio comedor mirando hacia noso-tros. El calor vuelve y tengo la cara roja.
-¿Qué miráis todos? ¿Es que nunca habéis visto un beso?- les grita Maddy. La mayoría de la gente aparta la mirada de nosotros rápido, algunos tardan un poco en reaccionar.
Me giro hacia mi plato y agacho la cabeza mientras como.
-Gracias.- le susurro a Maddy antes de tomarme la tercera cucharada de mi caldo de pollo. Ella no me responde, pero sé que lo ha oído. Sonrío para mis adentros al estar más relajada.
Tras terminar mi plato me levanto sin decirle nada a nadie y me voy. Al salir del comedor siento frío, miro al cielo y veo nubes muy oscuras, hoy va a haber tormenta, no me lo parecía esta mañana pero ahora estoy completamente segura. Aunque me podría caer agua en cualquier momento me voy caminando a la residencia sin prisa. No paro de pensar en los desmayos, yo también me trato a mí misma de manera diferente. Mientras los demás no lo sepan no pasará nada, pero no sé si el doctor se lo contará a alguien, no le dije que lo guardase en secreto y me fui furiosa de allí. Camino viendo las plantas, los árboles y todo lo verde de la academia. Me cae la primera gota y dejo que mis ojos dejen caer una lágrima una lágri-ma. Sigo caminando sin prisa a pesar de que empieza a llover más y no tengo nada para cubrirme. Cada gota nace en lo más alto del cielo, es independiente, pero empieza a caer y a caer hasta que se desvanece cayendo a la acera como todas las demás y siendo una más. Pero la gota aguanta en el suelo, por mucho que la pisoteen espera a evaporarse y a volver a ser la más alta de todas las gotas una vez más. Pero las lágrimas salen de los ojos, caen por las mejillas, que se enrojecen, y se quedan con todos nuestros males en el asfalto mojado, hasta que desparecen y se convierten en gotas, en las gotas que te caen en los ojos por casualidad. Empieza a diluviar pero sigo sin prisas, aunque tengo frío y estoy empapa-da, es un momento único, estoy sola.
Sigo caminando helada, hoy no era el día más indicado para ponerse pantalones cortos y una camiseta de tirantes.
Oigo pisadas en el suelo, son rápidas y salpican. Alguien debe de estar corriendo hacia a su habitación, la verdad es que solo es agua, la necesitamos para vivir, y, sin embrago, huimos de ella cuando nos moja.

Oigo a alguien correr hacia mí pero antes de que me pueda girar a ver de quién se trata me envuelve una chaqueta.
-¿Qué mierda te pasa? ¿No ves que está diluviando?- me grita Ben intentando darme calor con su chaqueta.- Estás empapada.
-Tranquilo, solo es agua.- le digo quieta e intentando abrigarme con el calor de su chaqueta.
-Vas a acabar resfriada.- me dice.
-Voy a mi residencia.- le digo como si me hubiesen regañado.
-No, mejor vamos a la mía, está más cerca.- me dice tomándome por la cintura. Caminamos juntos, agarrados el uno al otro hasta que llegamos. Ben abre la puerta de la residencia y me invita a pasar con la mano. Entro y me lleva al salón de la residencia. Me quito mis zapatillas antes de entrar para no destrozar el parqué y las dejo en un lado del felpudo. El salón está vacío. Ben se acerca a la chimenea y la enciende con unas cerillas. Des-pués se quita la camiseta. Mi corazón se acelera.
-Eveline, pasa.- me dice. Entro y me acerco a la chimenea para calen-tarme.
-¿Quieres algo de comer?- me pregunta. ¿Qué? Hemos comido hace media hora.
-No.- le digo con la voz un poco ronca.
-¿Tienes frío?- me pregunta. Es muy considerado conmigo, y eso e gusta, pero no quiero que se moleste en mí.
-No.- le miento.
-Sí, si tienes, estás tiritando.- me dice sentándose junto a mí.
-Bueno, un poco.- le digo. Él me abraza para darme calor.
-¿Mejor?- me pregunta.
-Sí, pero podría estar mejor.- le digo lanzándole una indirecta para que me bese.
-¿Sí? ¿Cómo?- me pregunta. ¿No lo ha pillado? Es increíble. Des-pués me dice- ¿Así?- y me besa, yo le acaricio el pelo y apego su boca a la mía, no quiero que se separe de mí. Bajo mis manos hasta su cintura acariciando su espalda desnuda y dejando que él me acaricie el pelo a mí.
Al fin, tenemos un rato a solas.
Cuando nos separamos tengo la respiración acelerada. Quiero seguir, pero noto que si seguimos así llegaremos a algo más que besos y caricias. Me contengo y consigo que mi respiración y mis pulsaciones vuelvan a la normalidad. Ben hace lo mismo. Me da un beso corto y después se levanta y se va.
Me quedo sola en el suelo del salón de la residencia y noto frío, pero no tanto como cuando llegué, ya no estoy mojada.
Me levanto del suelo y me acerco a su camiseta para olerla. Me gusta su olor.
Vuelvo a dejar la camiseta de Ben donde estaba y salgo del salón a buscarlo. Me lo encuentro a mitad de camino, viene con dos jarras chocolate caliente. Me acerco y cojo una.
-¿No estamos en Verano?- le pregunto extrañada por el chocolate.
-Mañana acaba,- me dice- y mira como está el tiempo.- señala la ven-tana. Me acerco y observo la lluvia mientras sorbo el chocolate, observo los pavimentos mojados, las gotas cayendo por la ventana, resbalándose las unas con las otras e intentando entrar en la residencia, me siento refugi-ada, el salón de la residencia de Ben parece un lugar de lo más acogedor para pasar el Otoño y el Invierno.
-¿Cuándo crees que dejará de llover?- le pregunto volviendo con él.
-No lo sé, pero mientras tanto, nos tenemos el uno al otro.- me dice antes de besarme.
Dejo mi chocolate y el suyo en la una mesa y me tiro encima suya haciéndonos caer en el sofá.
Él me vuelve a besar agarrándome por la cin-tura. Siento su respiración e mi cuello. Cierro los ojos y me dejo llevar una vez más.
Al abrir los ojos ya no estoy con él, tengo una mata encima, sigo en la residencia de Ben, en el sofá donde cerré los ojos por última vez. Me quito la manta de encima y me levanto. Ya no se oye la lluvia.
Estoy descalza. Busco mis zapatillas por el salón pero no están allí, al rato recuerdo que las había dejado en el felpudo antes de entrar. Al ir a por ellas veo a Ben en el pasillo, él también me ve.
-Te quedaste dormida mientras, ya ves.- me explica al verme som-nolienta. Bostezo y después le digo.
-Debería irme a la residencia, es tarde.- le digo atándome los cor-dones de los zapatos.
-¿Quieres que te acompañe?- me pregunta. Me levanto con cansancio y le digo:
-No hace falta, ya me voy yo.
-Pero- empieza a decir antes de que cruce la puerta, no vuelvo para ver como termina su frase, no me hace falta, me puedo ir yo sola a la resi-dencia.
Al cabo de un rato noto frío así que aligero el paso, no sé porque antes he dejado que me cayese la lluvia y no he ido más rápido para no mojarme, ahora no le veo el sentido.