Capitulo
3
Una carrera en comité y un cuento largo
Llevamos
un rato ya en la bodega sin hablar. Me está empezando a
escocer la mejilla por el arañazo, ojalá pudiera verlo, tiene pinta
de ser grande, demasiado grande.
Sota
me mira y ve mi cara de preocupación.
-Parece
que te han pegado tu primer zarpazo.- me dice con gracia para
levantarme el ánimo.
-¿Primer?-
le pregunto incrédula. Parece que vamos a estar a merced de las
ratas durante bastante tiempo. Parece mentira, unas ratas nos tienen
cautivos.
-Y
bien, ¿cómo salimos de aquí?- le pregunto a Sota, que está
apoyado en la pared como si estuviese en su casa.
-No
lo sé.- me dice tranquilo.
Apoyo
mis manos atadas en las tablas de madera del suelo y me levanto
tambaleándome.
Me
invade la angustia de que se hunda el barco y muramos ahogados en la
bodega. Sacudo mi cabeza y alejo esos pensamientos.
-Tengo
una idea.- le digo a Sota.
Él
me mira esperando a que se la cuente.
-Me
cuentas por qué estoy aquí y después pensamos algo.- le digo.
-No
estás preparada.- me repite una vez más aburrido.- Ya sabes lo que
pasó la última que intentas seguir sola.- me dice después con una
sonrisa.
Me
dejo caer en las tablas para pensar un poco.
-¿Por
qué nos raptan los pirratas?- le pregunto.
-Les
debo dinero.- me dice sin mucha emoción.
-¿Solo
por dinero? ¿Por eso nos raptan?- le pregunto exagerando. Creo que
me miente, y si estoy en lo correcto, voy a sacar la verdad a fuera.
-Le
debo dinero a mucha gente.- me dice después. Al fin sinceridad.
-¿Y...?-
le pregunto para que siga mientras me levanto otra vez.
-La
gente de aquí me quiere en la cárcel, es más, me quieren muerto.-
me explica. Es sincero, lo miro a los ojos, muestran pena, pero no
puedo evitar sentir rabia.
-¿¡Para
esto!?- le grito, me ha traído aquí para que muera con él. Estoy
más decidida que nunca a encontrar una salida.
-Mira,
como posiblemente muera dentro de poco, te diré mis intenciones.-
empieza a decir, pero de repente comienza a crujir la madera de la
bodega. Algo se acerca, y no tiene pinta de ser algo bueno.
Miro
a Sota en busca de alguna respuesta, él niega con la cabeza, pero no
sé lo que niega, ni lo que se acerca.
Se
oyen rugidos y retrocedo hasta tocar la pared del barco con las
manos. Los pasos se hacen más ruidosos y la madera empieza a crujir
más. La bodega está temblando.
La
pared que tenemos en frente explota partiéndose en mil pedazos. Me
veo forzada a cerrar los ojos puesto que se acercan trozos de madera.
Las tablas vuelan hasta mí clavándome astillas en la frente y
haciéndome moratones en las piernas.
Cuando
abro los ojos estoy sentada en el barco, con un montón de escombros
por encima.
-Dodo.-
suspiro aliviada sin saber por qué al verlo.
Miro
a Sota, también está aliviado.
-¿Dodo?-
ruge el dodo empezando a temblar. Se me revuelven las tripas del
miedo pero me quedo inmóvil. -¿Dodo?- ruge una segunda vez un poco
más alto acercándose a mí corriendo. -¡Dodo!- me grita por
tercera vez moviendo mi pelo hacia atrás con su aliento.
-Lo
siento.- le digo sin saber que decir.
El
dodo pega su pico a mi frente. Comienzo a temblar de miedo, después
de que se me caiga un lágrima aunque tenga los ojos cerrados, se
separa de mí.
-Siento
haberos asustado.- dice el dodo con voz pacífica. No me lo creo, me
esta hablando de manera pacífica, parecía una bestia hambrienta
pero me está hablando de manera pacífica.
-No
pasa nada.- le responde Sota con una sonrisa. Me quito los tablones
de encima y miro al dodo.
-¿A
dónde os dirigís?- me pregunta el dodo.
Yo
me encojo de hombros y miro a Sota en busca de una respuesta.
-Vamos
a ver a la Oruga.- le dice Sota al dodo.
-Os
dejaré escapar de aquí.- nos dice. Una sonrisa de felicidad se me
dibuja en la cara.
-Genial.-
exclamo con mi sonrisa. Al momento se me va, no ha terminado de
hablar. Me siento estupida.
-Pero
antes debo contaros un cuento.- nos dice. Un cuento, no estaría mal
un poco de relajación antes de volver a caminar o nadar.
-Te
escuchamos.- le digo tímidamente.
-Hubo
una vez un ratón, él era bueno y bondadoso,- no sé si el dodo se
habrá dado cuenta de que ha dicho dos veces el mismo adjetivo o
simplemente querrá resaltarlo.- todo un ratón de honor y confianza.
Su nombre era Promius.
Su
hermano, tenía un barco, es más, él era el capitán de su propio
barco y tenía toda una tripulación de ratones blancos, grises y
marrones, los cuales cumplían los tres requisitos de ser un buen
ratón, honestidad, fidelidad y valentía.
El
reino de los ratones andaba siempre son muchos problemas, entre ellos
las enfermedades. Así que el rey, que había oído hablar de una
cura en otro mundo, mandó a la tripulación de Colin, el hermano de
Promius, a buscarla. El dibujante de la corte les dibujó la planta
con mucho esmero, a pesar de no pertenecer a la familia de los
roedores y ser un ave, concretamente, un dodo.
La
tripulación de Colin tuvo un problema antes de zarpar, necesitaban a
otro tripulante, pues a uno le había afectado la enfermedad.
Colin
llamó a su hermano para que fuera con ellos, y así Promius, se hizo
otro tripulante del barco de Colin. La cura estaba en otro lugar, muy
lejano, lejos del Submundo, y lejos de la superficie, un mundo tal
vez demasiado lejano como para alcanzarlo con un barco de ratones.
Los ratones trataron con la Reina Dama, la gobernadora del Submundo
en aquellos tiempos, y ésta les ofreció un portal, pero con una
condición. Debían traerle a ella un tesoro de aquella tierra
fantástica de la que hablaban. La Reina Dama era una muy buena
reina, y por eso no pidió el tesoro para ella, sino para su madre ya
fallecida por la enfermedad que atacaba al Submundo, la reina tan
solo tenía trece años pero hacía todo lo que podía para que su
madre estuviese orgullosa, para gobernar como ella lo hubiese hecho.
Tras
dos semanas junto a la Reina Dama la tripulación de Colin cruzó el
portal, pero hubo un accidente, la reina dama también lo cruzó al
ser succionada por él, y una vez entró, no pudo salir. El reino se
quedó sin reina, y las guerras por la corona comenzaron. No se sabía
si regresaría o no, pero lo mejor que podía hacer es quedarse allá
donde estuviese, puesto que si regresaba la envidia de los demás
acabaría con su vida.
Al
llegar al nuevo mundo, los ratones encogieron a la Reina Dama para
que pudiese navegar con ellos, en busca de la puerta al otro mundo,
uno al que no se podría llegar con portales puesto que no sabían su
nombre. Navegaron por un río durante seis meses, preguntando a todo
el mundo si sabían algo del mundo o de la planta.
Una
semana antes de que la Reina Dama cumpliese catorce años, un Pato
les dio la solución, una niña o niño de menos de catorce años,
debería demostrar creía en algo en el castillo de la Reina Oscura.
Aunque
estaban cerca, el trayecto no sería fácil, y además iban con
prisa, solo tenían una semana.
La
noche de antes de que Dama cumpliese los catorce años, puesto que ya
no era una reina, por eso se llamaba Dama a secas, se infiltraron en
el castillo de la reina. Dama tenía una poción para aumentar su
tamaño, así que se la comió y recitó el siguiente hechizo sin
rima:
“Creo
creer en lo que debo creer,
necesito
la planta curativa,
para
ayudar a mi pueblo...
¡Yo
creo!”
Apenas
unos segundos después de que lo recitase en voz alta, la Reina
Oscura apareció. “¡Insolentes, ladrones!” comenzó a gritarles,
pero apareció una silueta oscura que rompió una ventana por la que
se veía la Luna Llena y la cogió. La Reina Oscura intentó
liberarse pataleando, pero no pudo, los ratones se agarraron a su
vestido, pero a Dama no le dio tiempo.
Los
ratones navegaron por primera vez por el aire, era algo nuevo para
ellos. Miraban todas las estrellas, las llamaban derecha e izquierda,
al haber solo dos nombres, miles de estrellas se llamaban igual.
Navegaron
hacia Derecha, que resultó ser el Sol del Amanecer, y poco después
de divisarlo, vieron la isla, la llamaron NuncaJamás, porque nunca
jamás se les ocurriría volver allí.
Tras
unos acontecimientos que pasaron allí, volvieron al Submundo, pero
ya no eran ratones de confianza y honor, eran ratas piratas sucias y
traidoras. Raptaron al dodo cumpándole de envenenamiento y lo
metieron en su barco, pero, ¿qué pasó, por qué fueron así? Dodo
quiere saberlo.
-Es
una gran historia.- le dice Sota alagándolo.
-Es
tu historia, ¿verdad?- le pregunto, creo que él es el dodo del que
habla y que los pirratas lo tienen preso.
-Sí.-
me dice el dodo triste.
-Está
bien.- le dice Sota- ¿Qué tiene que ver el cuento con nosotros?- le
pregunta después.
-La
Oruga es muy sabia y tiene oídos por todos lados, quiero que le
preguntéis que pasó en la isla y que le habléis de mí.- nos dice
el dodo un poco desesperado.
-Está
bien, lo haremos.- le dice Sota levántandose.
-Sí.-
le digo yo haciendo lo mismo.
-Ah,
sí. La salida.- nos dice al vernos dispuestos a irnos. No sé por
qué pero creo que no sabe como salir.
El
dodo retrocede un poco, y tan solo un instante después se tira la
pared derribándola de un picotazo. Las tablas caen al mar. Sota se
acerca corriendo y escapa del barco de un salto. Al parecer ya no
tiene las manos atadas.
Yo
le acerco mis manos al dodo para que corte la cuerda, una vez lo
hace, salto.
-No
lo entiendo, ¿porqué no sales tú del barco?- le pregunto al dodo.
El
dodo pone una pata fuera del barco, o al menos lo intenta, pero
parece que está encerrado por una cúpula invisible.
Lo
miro con cara de pena y el me devuelve la mirada, pero pronto se
convierte en una sonrisa.
-¡No
olvidéis hablarle de mí!- me grita con una sonrisa.
Yo
le sonrío y después comienzo a nadar.
Al
cabo de un rato nadando consigo ver la orilla, al fin. Miro a Sota,
él también esboza una sonrisa.
-¿Una
carrera?- me pregunta.
Antes
de que pueda responder veo aparecer de debajo del agua al menos diez
ratoncitos blancos. Ya he tenido bastantes aventuras con ratones,
empiezan a cansarme.
-SÍIÍ-
gritan los ratones respondiendo a la pregunta de Sota.
-¡Gato!-
grita uno, después todos empiezan a nadar hasta la orilla, Sota
también participa en la carrera así que me veo obligada a nadar yo
también.
Al
llegar empiezan a gritar de alegría, no sé de dónde sacan tanta
emoción. Miro por encima de nuestras cabezas y veo a un loro
repartiendo quesitos por el aire. Los ratones los cogen y se van
rodando.
-¿Y
ahora qué?- le pregunto a Sota.
-Ahora
me voy a tumbar y voy tomar el Sol.- me dice quitándose la ropa
mojada.
Le
miro incrédula.
-Las
ratas podrían volver.- le digo.
-No,
estamos lejos de ellas, relájate, olvídalas, y toma el Sol.- me
dice tumbado en el suelo relajado.
-Increíble.-
le digo sentándome yo también.
Me encantaaa!!!
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