miércoles, 13 de noviembre de 2013

Alice. - Capitulo 3

Capitulo 3

Una carrera en comité y un cuento largo 

 

Llevamos un rato ya en la bodega sin hablar. Me está empezando a escocer la mejilla por el arañazo, ojalá pudiera verlo, tiene pinta de ser grande, demasiado grande.
Sota me mira y ve mi cara de preocupación.
-Parece que te han pegado tu primer zarpazo.- me dice con gracia para levantarme el ánimo.
-¿Primer?- le pregunto incrédula. Parece que vamos a estar a merced de las ratas durante bastante tiempo. Parece mentira, unas ratas nos tienen cautivos.
-Y bien, ¿cómo salimos de aquí?- le pregunto a Sota, que está apoyado en la pared como si estuviese en su casa.
-No lo sé.- me dice tranquilo.
Apoyo mis manos atadas en las tablas de madera del suelo y me levanto tambaleándome. 
Me invade la angustia de que se hunda el barco y muramos ahogados en la bodega. Sacudo mi cabeza y alejo esos pensamientos.
-Tengo una idea.- le digo a Sota.
Él me mira esperando a que se la cuente.
-Me cuentas por qué estoy aquí y después pensamos algo.- le digo.
-No estás preparada.- me repite una vez más aburrido.- Ya sabes lo que pasó la última que intentas seguir sola.- me dice después con una sonrisa.
Me dejo caer en las tablas para pensar un poco.
-¿Por qué nos raptan los pirratas?- le pregunto.
-Les debo dinero.- me dice sin mucha emoción.
-¿Solo por dinero? ¿Por eso nos raptan?- le pregunto exagerando. Creo que me miente, y si estoy en lo correcto, voy a sacar la verdad a fuera.
-Le debo dinero a mucha gente.- me dice después. Al fin sinceridad.
-¿Y...?- le pregunto para que siga mientras me levanto otra vez.
-La gente de aquí me quiere en la cárcel, es más, me quieren muerto.- me explica. Es sincero, lo miro a los ojos, muestran pena, pero no puedo evitar sentir rabia.
-¿¡Para esto!?- le grito, me ha traído aquí para que muera con él. Estoy más decidida que nunca a encontrar una salida.
-Mira, como posiblemente muera dentro de poco, te diré mis intenciones.- empieza a decir, pero de repente comienza a crujir la madera de la bodega. Algo se acerca, y no tiene pinta de ser algo bueno.
Miro a Sota en busca de alguna respuesta, él niega con la cabeza, pero no sé lo que niega, ni lo que se acerca.
Se oyen rugidos y retrocedo hasta tocar la pared del barco con las manos. Los pasos se hacen más ruidosos y la madera empieza a crujir más. La bodega está temblando.
La pared que tenemos en frente explota partiéndose en mil pedazos.  Me veo forzada a cerrar los ojos puesto que se acercan trozos de madera. Las tablas vuelan hasta mí clavándome astillas en la frente y haciéndome moratones en las piernas.
Cuando abro los ojos estoy sentada en el barco, con un montón de escombros por encima.
-Dodo.- suspiro aliviada sin saber por qué al verlo.
Miro a Sota, también está aliviado.
-¿Dodo?- ruge el dodo empezando a temblar. Se me revuelven las tripas del miedo pero me quedo inmóvil. -¿Dodo?- ruge una segunda vez un poco más alto acercándose a mí corriendo. -¡Dodo!- me grita por tercera vez moviendo mi pelo hacia atrás con su aliento.
-Lo siento.- le digo sin saber que decir.
El dodo pega su pico a mi frente. Comienzo a temblar de miedo, después de que se me caiga un lágrima aunque tenga los ojos cerrados, se separa de mí.
-Siento haberos asustado.- dice el dodo con voz pacífica. No me lo creo, me esta hablando de manera pacífica, parecía una bestia hambrienta pero me está hablando de manera pacífica.
-No pasa nada.- le responde Sota con una sonrisa. Me quito los tablones de encima y miro al dodo.
-¿A dónde os dirigís?- me pregunta el dodo.
Yo me encojo de hombros y miro a Sota en busca de una respuesta.
-Vamos a ver a la Oruga.- le dice Sota al dodo.
-Os dejaré escapar de aquí.- nos dice. Una sonrisa de felicidad se me dibuja en la cara.
-Genial.- exclamo con mi sonrisa. Al momento se me va, no ha terminado de hablar. Me siento estupida.
-Pero antes debo contaros un cuento.- nos dice. Un cuento, no estaría mal un poco de relajación antes de volver a caminar o nadar.
-Te escuchamos.- le digo tímidamente.
-Hubo una vez un ratón, él era bueno y bondadoso,- no sé si el dodo se habrá dado cuenta de que ha dicho dos veces el mismo adjetivo o simplemente querrá resaltarlo.- todo un ratón de honor y confianza. Su nombre era Promius.
Su hermano, tenía un barco, es más, él era el capitán de su propio barco y tenía toda una tripulación de ratones blancos, grises y marrones, los cuales cumplían los tres requisitos de ser un buen ratón, honestidad, fidelidad y valentía.
El reino de los ratones andaba siempre son muchos problemas, entre ellos las enfermedades. Así que el rey, que había oído hablar de una cura en otro mundo, mandó a la tripulación de Colin, el hermano de Promius, a buscarla. El dibujante de la corte les dibujó la planta con mucho esmero, a pesar de no pertenecer a la familia de los roedores y ser un ave, concretamente, un dodo.
La tripulación de Colin tuvo un problema antes de zarpar, necesitaban a otro tripulante, pues a uno le había afectado la enfermedad.
Colin llamó a su hermano para que fuera con ellos, y así Promius, se hizo otro tripulante del barco de Colin. La cura estaba en otro lugar, muy lejano, lejos del Submundo, y lejos de la superficie, un mundo tal vez demasiado lejano como para alcanzarlo con un barco de ratones. Los ratones trataron con la Reina Dama, la gobernadora del Submundo en aquellos tiempos, y ésta les ofreció un portal, pero con una condición. Debían traerle a ella un tesoro de aquella tierra fantástica de la que hablaban. La Reina Dama era una muy buena reina, y por eso no pidió el tesoro para ella, sino para su madre ya fallecida por la enfermedad que atacaba al Submundo, la reina tan solo tenía trece años pero hacía todo lo que podía para que su madre estuviese orgullosa, para gobernar como ella lo hubiese hecho.
Tras dos semanas junto a la Reina Dama la tripulación de Colin cruzó el portal, pero hubo un accidente, la reina dama también lo cruzó al ser succionada por él, y una vez entró, no pudo salir. El reino se quedó sin reina, y las guerras por la corona comenzaron. No se sabía si regresaría o no, pero lo mejor que podía hacer es quedarse allá donde estuviese, puesto que si regresaba la envidia de los demás acabaría con su vida.
Al llegar al nuevo mundo, los ratones encogieron a la Reina Dama para que pudiese navegar con ellos, en busca de la puerta al otro mundo, uno al que no se podría llegar con portales puesto que no sabían su nombre. Navegaron por un río durante seis meses, preguntando a todo el mundo si sabían algo del mundo o de la planta.
Una semana antes de que la Reina Dama cumpliese catorce años, un Pato les dio la solución, una niña o niño de menos de catorce años, debería demostrar creía en algo en el castillo de la Reina Oscura.
Aunque estaban cerca, el trayecto no sería fácil, y además iban con prisa, solo tenían una semana.
La noche de antes de que Dama cumpliese los catorce años, puesto que ya no era una reina, por eso se llamaba Dama a secas, se infiltraron en el castillo de la reina. Dama tenía una poción para aumentar su tamaño, así que se la comió y recitó el siguiente hechizo sin rima:

“Creo creer en lo que debo creer,
necesito la planta curativa,
para ayudar a mi pueblo...
¡Yo creo!”
Apenas unos segundos después de que lo recitase en voz alta, la Reina Oscura apareció. “¡Insolentes, ladrones!” comenzó a gritarles, pero apareció una silueta oscura que rompió una ventana por la que se veía la Luna Llena y la cogió. La Reina Oscura intentó liberarse pataleando, pero no pudo, los ratones se agarraron a su vestido, pero a Dama no le dio tiempo.
Los ratones navegaron por primera vez por el aire, era algo nuevo para ellos. Miraban todas las estrellas, las llamaban derecha e izquierda, al haber solo dos nombres, miles de estrellas se llamaban igual.
Navegaron hacia Derecha, que resultó ser el Sol del Amanecer, y poco después de divisarlo, vieron la isla, la llamaron NuncaJamás, porque nunca jamás se les ocurriría volver allí.
Tras unos acontecimientos que pasaron allí, volvieron al Submundo, pero ya no eran ratones de confianza y honor, eran ratas piratas sucias y traidoras. Raptaron al dodo cumpándole de envenenamiento y lo metieron en su barco, pero, ¿qué pasó, por qué fueron así? Dodo quiere saberlo.
-Es una gran historia.- le dice Sota alagándolo.
-Es tu historia, ¿verdad?- le pregunto, creo que él es el dodo del que habla y que los pirratas lo tienen preso.
-Sí.- me dice el dodo triste.
-Está bien.- le dice Sota- ¿Qué tiene que ver el cuento con nosotros?- le pregunta después.
-La Oruga es muy sabia y tiene oídos por todos lados, quiero que le preguntéis que pasó en la isla y que le habléis de mí.- nos dice el dodo un poco desesperado.
-Está bien, lo haremos.- le dice Sota levántandose.
-Sí.- le digo yo haciendo lo mismo.
-Ah, sí. La salida.- nos dice al vernos dispuestos a irnos. No sé por qué pero creo que no sabe como salir.
El dodo retrocede un poco, y tan solo un instante después se tira la pared derribándola de un picotazo. Las tablas caen al mar. Sota se acerca corriendo y escapa del barco de un salto. Al parecer ya no tiene las manos atadas.
Yo le acerco mis manos al dodo para que corte la cuerda, una vez lo hace, salto.
-No lo entiendo, ¿porqué no sales tú del barco?- le pregunto al dodo.
El dodo pone una pata fuera del barco, o al menos lo intenta, pero parece que está encerrado por una cúpula invisible.
Lo miro con cara de pena y el me devuelve la mirada, pero pronto se convierte en una sonrisa.
-¡No olvidéis hablarle de mí!- me grita con una sonrisa.
Yo le sonrío y después comienzo a nadar.
Al cabo de un rato nadando consigo ver la orilla, al fin. Miro a Sota, él también esboza una sonrisa.
-¿Una carrera?- me pregunta.
Antes de que pueda responder veo aparecer de debajo del agua al menos diez ratoncitos blancos. Ya he tenido bastantes aventuras con ratones, empiezan a cansarme.
-SÍIÍ- gritan los ratones respondiendo a la pregunta de Sota.
-¡Gato!- grita uno, después todos empiezan a nadar hasta la orilla, Sota también participa en la carrera así que me veo obligada a nadar yo también.
Al llegar empiezan a gritar de alegría, no sé de dónde sacan tanta emoción. Miro por encima de nuestras cabezas y veo a un loro repartiendo quesitos por el aire. Los ratones los cogen y se van rodando.
-¿Y ahora qué?- le pregunto a Sota.
-Ahora me voy a tumbar y voy tomar el Sol.- me dice quitándose la ropa mojada.
Le miro incrédula.
-Las ratas podrían volver.- le digo.
-No, estamos lejos de ellas, relájate, olvídalas, y toma el Sol.- me dice tumbado en el suelo relajado.
-Increíble.- le digo sentándome yo también.

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