lunes, 16 de septiembre de 2013

DESPERTAR




DESPERTAR

Despierto en el campo de batalla. Hedor. Es lo primero que percibo al despertar.
La verdad es que ha sido un largo día. Me levanto como puedo y miro mi ropa, está manchada de sangre por todas partes, pero son manchas pequeñas, al parecer no tengo ninguna herida grave.
Miro al frente y veo que otras personas sí las han tenido, no distingo a nadie conocido. Puede que sea egoísta pero no me importa lo más mínimo si están muertos todos o si siguen vivos. Lo importante aquí es si sobrevives tú o no.
Aparto la vista de los heridos y miro hacia las montañas. No sé a dónde ir. No tengo casa, no tengo familia, no tengo nada.
Me quito mi pañuelo de la cabeza y me limpio la cara. Es rojo. Pero no porque esté teñido de sangre. Es su color, y el mío también.
Doy unos pasos hacia las montañas y después de caminar durante un rato, echo la vista atrás. Una enorme mancha roja se funde con la tierra mojada. Ahora hace Sol, pero parece ser que ha llovido.
Sigo andando pasivamente, tengo prisa, pero me faltan fuerzas. A cada paso que doy se me hace más difícil mover mis pies. Me pesan las piernas, me pesan demasiado.
Noto que me tocan la espalda. Pero antes de que pueda girarme me empujan haciéndome caer. Me doy media vuelta y no veo a nadie. Me habré caído simplemente. Me escuecen los ojos y tengo mucha sed, pero si me quedo aquí parado no llegaré a ninguna parte. Y no pienso morir ni darme por vencido. Eso nunca.



Tras unas horas caminando a duras penas llego al lago, me pare-cía imposible, la verdad. El lago. Lo ansiaba tanto.
A pesar de mi cansancio corro hacia él y meto la cabeza dentro dejando una mancha roja en el agua. Miro hacia la mancha durante unos minutos, me siento culpable, al menos hasta que se desvanece.
Me quito la ropa lentamente, que se va llevando trozos de mi piel. Me duele, pero he sentido dolores más intensos, dolores que no eran consecuencia de las heridas, sino del corazón. Me sigo quitando la ropa y la piel, pero esta vez, más rápido. Tengo muchas ganas de sentir el agua del lago.
Una vez que me lo he quitado todo me tiro al agua. El dolor de mis heridas se ve reducido a pequeños cortes en mi piel desnuda. El agua me acaricia suavemente limpiándome.
Vuelvo a notar un empujón. Pero tampoco es real.
Sigo dejando que el agua me masajé y alejándome del mundo físico en el que vivo, ya no me importa nada, mis cortes han sido reduci-dos a pequeños arañazos, y estos pronto desparecerán.
Cuando salgo del agua me pesa el cuerpo, me acerco a mi ropa para tirarla al agua pero justo antes de que lo haga veo una nota:

No ha sido un espejismo.”

Eso es lo único que pone. Sonrío para mis adentros y me acerco de nuevo al lago noto que unas manos me acarician por detrás y noto un beso en mi cuello.
Esta vez sonrío de verdad. Hacia el mundo físico, sin darle importancia a quién me vea.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario