DESPERTAR
Despierto
en
el campo de batalla. Hedor. Es lo primero que percibo al despertar.
La
verdad es que ha sido un largo día. Me levanto como puedo y miro mi
ropa, está manchada de sangre por todas partes, pero son manchas
pequeñas, al parecer no tengo ninguna herida grave.
Miro
al frente y veo que otras personas sí las han tenido, no distingo a
nadie conocido. Puede que sea egoísta pero no me importa lo más
mínimo si están muertos todos o si siguen vivos. Lo importante aquí
es si sobrevives tú o no.
Aparto
la vista de los heridos y miro hacia las montañas. No sé a dónde
ir. No tengo casa, no tengo familia, no tengo nada.
Me
quito mi pañuelo de la cabeza y me limpio la cara. Es rojo. Pero no
porque esté teñido de sangre. Es su color, y el mío también.
Doy
unos pasos hacia las montañas y después de caminar durante un rato,
echo la vista atrás. Una enorme mancha roja se funde con la tierra
mojada. Ahora hace Sol, pero parece ser que ha llovido.
Sigo
andando pasivamente, tengo prisa, pero me faltan fuerzas. A cada paso
que doy se me hace más difícil mover mis pies. Me pesan las
piernas, me pesan demasiado.
Noto
que me tocan la espalda. Pero antes de que pueda girarme me empujan
haciéndome caer. Me doy media vuelta y no veo a nadie. Me habré
caído simplemente. Me escuecen los ojos y tengo mucha sed, pero si
me quedo aquí parado no llegaré a ninguna parte. Y no pienso morir
ni darme por vencido. Eso nunca.
Tras
unas horas caminando a duras penas llego al lago, me pare-cía
imposible, la verdad. El lago. Lo ansiaba tanto.
A
pesar de mi cansancio corro hacia él y meto la cabeza dentro
dejando una mancha roja en el agua. Miro hacia la mancha durante unos
minutos, me siento culpable, al menos hasta que se desvanece.
Me
quito la ropa lentamente, que se va llevando trozos de mi piel. Me
duele, pero he sentido dolores más intensos, dolores que no eran
consecuencia de las heridas, sino del corazón. Me sigo quitando la
ropa y la piel, pero esta vez, más rápido. Tengo muchas ganas de
sentir el agua del lago.
Una
vez que me lo he quitado todo me tiro al agua. El dolor de mis
heridas se ve reducido a pequeños cortes en mi piel desnuda. El agua
me acaricia suavemente limpiándome.
Vuelvo
a notar un empujón. Pero tampoco es real.
Sigo
dejando que el agua me masajé y alejándome del mundo físico en el
que vivo, ya no me importa nada, mis cortes han sido reduci-dos a
pequeños arañazos, y estos pronto desparecerán.
Cuando
salgo del agua me pesa el cuerpo, me acerco a mi ropa para tirarla al
agua pero justo antes de que lo haga veo una nota:
“No
ha sido un espejismo.”
Eso
es lo único que pone. Sonrío para mis adentros y me acerco de nuevo
al lago noto que unas manos me acarician por detrás y noto un beso
en mi cuello.
Esta
vez sonrío de verdad. Hacia el mundo físico, sin darle importancia
a quién me vea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario