Capitulo
1
El descenso por la madriguera
Camino
por la calle pegando pequeños saltitos sacucudiendo mi pelo en el
aire. Me dirijo hacia mi casa, he tenido un largo día de clases y
tan solo el hecho de tener tiempo libre durante unos minutos me
parece una buena noticia. Me gusta celebrar las cosas pequeñas.
El
Sol hace relucir mi pelo rubio, lo que me hace más llamativa. Me
siento en un banco y a continuación me pongo mis auriculares y me
dejo llevar por el sonido de la música mientras observo a las
diferentes personas que pasan, cada una con algo especial, cada
persona única, con sueños y esperanzas. Algunos muestran sonrisas,
otros parecen tristes o frustrados, la mayoría va con prisas, y
otros, simplemente caminan neutrales, sin pausas, pero sin prisas.
Continuo
caminando mientras anochece, el invierno se nota en el Sol, pero no
en la temperatura. Voy con una sudadera, unas mayas y unas zapatillas
de tela, no me hace falta nada más. Camino con las manos en los
bolsillos observando la el pavi-mento mojado.
Noto
que me tocan la espalda, pero al girarme no veo a nadie. Estoy segura
de que me han tocado, alguien no puede desaparecer así sin más.
Me
toco la espalda y descubro un papel pegado al gorro de mi sudadera.
Lo leo:
“Look
at the moon”
“Mira
a la luna.” Me quedo reflexionando si debería mirarla o no durante
unos minutos, acabo por mirarla. Arrepintiéndome segundos después
de hacerlo.
No
le veo nada especial a la luna, giro la cabeza hacia un lado pero no
me da tiempo a girarla hacia otro lado puesto que una mano tira de mí
y me tapa la boca. Quiero gritar, pero no puedo. Le muerdo un dedo
pero eso no hace que me suelte, es más, me ata las manos con una
cuerda suave. Es raro, siento que mis manos están atadas pero no
siento que me aprieten.
Veo
un conejo en la carretera, no tiene sentido, no hay conejos en la
ciudad. Tiran de mí hacia atrás sin que pueda resistirme. Antes de
que pueda mirar a mi alrededor veo que todo se mueve. O tal vez me
muevo yo. El miedo y la adrenalina me envuelven con el aire que
revuelve mi pelo. Estoy en una moto, y el conejo la sigue corriendo.
Pero eso no quita que me estén raptando.
No
sé ni como es que no me caigo de la moto cuando estoy sintiendo que
vamos a más de ciento treinta kilómetros por hora. Tampoco entiendo
como el conejo es capaz de seguirnos y no quedarse atrás con la
velocidad a la que vamos.
Al
cabo de un rato veo que mi pelo se ha hecho una perfecta trenza de
espiga. ¿Qué clase de raptor peina a sus víctimas?
Cierro
los ojos un momento, pero cuando los abro no veo la luz de las
farolas. Miro hacia la luna y veo una sonrisa de tiburón dibujada en
ella. Dejo de mirarla porque me hago daño en el cuello tras un
bache.
Oigo
un gran golpe delante de la moto, pero no puedo ver de que se trata.
La moto comienza a elevarse y grito, o al menos lo intento. Hemos
saltado una farola, y el conejo también lo ha hecho. Me fijo más en
el conejo y veo que brilla. Acerco mi cabeza hacia él aunque esté a
unos cuantos metros de mi y mantengo la vista en él, pero un frenazo
hace que choque mi cabeza contra la espalda de mi raptor.
Giro
mi cabeza y veo chispas. Casi nos aplasta una farola. Mis pulsaciones
suben y siento calor. Esto empieza a darme más miedo de lo que me
daba. Vuelvo la vista hacia el conejo.
El
conejo se acerca e intenta despegar de su pata un papel. Esta vez
pone solo una palabra. Agudizo mi vista para verla mejor.
“Fall.”
Los
conejos no pueden hablar ni comunicarse con las personas, ni mucho
menos escribir.
Me
bajan de la moto sin que pueda ver nada por la oscuridad. Me desatan
las manos. Noto que puedo volver a hablar.
Una
puerta se abre como por arte de magia. En su interior veo luz azul.
El conejo se acerca y entra.
Me
empujan hacia la puerta pero no veo absolutamente nada dentro. Bajo
la vista y veo un gran agujero que emite luz azul. No. Van a tirarme
por ahí.
Intento
andar hacia atrás pero no puedo. Aunque no da resultado sigo
intentándolo lo que hace que no avance en ningún sentido.
-Tranquila.-
me dice una voz masculina al oído.
-No.-
le digo. Noto un empujón mayor que supone mi muerte y dejo de notar
el suelo en mis pies. Suelto un fuerte alarido de miedo. Miedo de
verdad. No puedo parar de gritar, no hay fondo. Me veo iluminada por
la luz azul mientras caigo. Cada vez es más potente, cada vez me
ciega más. Sigo sin ver el fondo. No sé cuanto tiempo llevo
bajando, pero está claro que no voy a volver a subir. Se me abren
los ojos. Veo el fondo. No puedo cerrarlos. Noto que me escuecen del
aire que les entra dentro.
Caigo
al fondo y reboto hacia arriba, no estoy muerta. Pero no siento la
mayoría de mis articulaciones.
-...lice,
Alice ¡Alice!- oigo nada más despertarme.
-¿Q-qué?-
pregunto desorientada. Abro los ojos y me siento. Puedo moverme, pero
sigo en el fondo de aquel agujero. Es como una gran excavación
adornada con cuadros y estanterías con figuritas. No puedo creer que
sea real, y mucho menos que esté viva, caí desde un kilómetro de
altura por lo menos en un trampolín. No es posible salir viva desde
tanta altura, por muchos trampolines que haya será imposible, o
mejor dicho, increíble. Me levanto y salgo del trampolín. Miro
hacia arriba y solo veo un agujero hacia el cielo, pero no veo el
techo. Miro hacia las paredes de tierra y encuentro una pequeña
puerta con la vista. D repente me vienen miles de preguntas a la
cabeza. - ¿Dónde estoy? ¿Y quién eres? ¿Por qué me has traído
aquí?- empiezo a gritarle sin parar. Me muevo hacia la puerta pero
mi raptor me para.- ¿Y como sabes mi...?- me tapa la boca con la
mano.
-Aquí
las preguntas las hago yo.- me dice quitándome su mano de la boca
pero me agarra de los hombros inmovilizando todos mis movimientos.
-¿Qué
quieres preguntar?- le digo con resignación.
-¿Por
qué un infinity?- me pregunta mirando mi sudadera. La
sudadera es blanca con un infinito en negro con la palabra infinity
en él.
-¿Qué
más da mi sudadera?- le pregunto gritando e intentando escapar.-
¿Por qué me has...?- me vuelve a tapar la boca hasta que me
tranquilizo.
-¿Mejor?-
me pregunta con una sonrisa irónica.
Asiento
con la cabeza.
-Bien,
responde.- me dice después.
-Pues
no lo sé, me gustaba la sudadera y simplemente me la compré. ¿Por
qué me has traído aquí?- le pregunto esta vez más calmada.
-Intereses.-
me responde sin realmente darme una respuesta que me saque de mis
dudas.
-¿Qué
sitio es este?- le pregunto esperando una buena respuesta.
-Wonderland
o Underworld, como quieras.- me responde. País de las Maravillas o
Mundo de debajo, me quedo pensando y reflexionando sobre la bajada
por el agujero, esto es irreal.
-¿Cómo
sabes mi nombre?- le pregunto esta vez.
-Cada
cosa a su tiempo.- me responde.- Pero puedes saber mi nombre.- se
queda callado mirándome y yo le miro a él. Sus ojos son de un color amarillo y
tiene el pelo oscuro y hacia arriba, no me había fijado hasta ahora.
-¿Cuál
es?- le digo después que un rato de silencio.
-¿Por
qué no avanzamos? Nos espera un largo camino.- me dice cambiando de
tema.
-No,
yo me voy.- le digo forcejeando entre sus brazos.
-Está
bien vete.- me dice antes de soltarme. Me muestro sorprendida al
quedar libre de sus brazos. Doy unos pasos hacia el agujero y miro
hacia arriba con cara de preocupación.- Aunque, ¿como quieres irte?
La madriguera desciende unos seiscientos metros hacia abajo.- me dice
con una sonrisa de razón en su cara.
Vuelvo
con él arrastrando los pies y le digo frustrada:
-¿Hacia
dónde hay que ir?
Él
sonríe, es listo. Parece que lo tenía todo planeado y ha conseguido
aislarme de la intriga hacia su nombre. Pero, ¿cómo sabía mi
nombre? ¿y cómo ha salido de la madriguera?
Me
hace un gesto hacia la puerta con una sonrisa. Le sigo hacia la
puerta y pasamos a otra habitación.
Estamos en una habitación redonda, con unas ocho puertas y una mesa
de cristal y dos sillas en el centro.
Voy
al centro de la sala y me quedo mirándole.
-¿Por
dónde?- le pregunto.
-¿Qué
gracia tiene si te lo digo yo?- me pregunta él a mi anulando mi
pregunta.
Voy
intentando abrir las puertas sin mirarle. La sexta puerta se abre, y
de ella empieza a salir agua que me hace retroceder.
-¿Y
ahora qué?- le pregunto mirándole a los ojos con desesperación.
Él
me lanza una botellita del tamaño de un dedo. La cojo al vuelo y la
miro de cerca. Tiene una nota atada en la que pone “Drink
me” y su interior es azul.
-No
será ningún veneno, ¿verdad?- le pregunto mirando la botellita y
su líquido azulado.
-Si
lo fuera ya te habría matado yo mismo.- ese comentario me causa un
poco de miedo. Ahora mismo dependo de él.- Bebe.- me ordena después.
Me
acerco la botella a la boca y cierro los ojos. Empiezo a notar que el
agua me cubre más y que la botella pesa más y se me hace más
grande. Cuando abro los ojos el agua me cubre entera y me veo forzada
a nadar.
El
chico que me raptó es enorme, me lanza una taza para que me suba. Lo
hago. Empiezo a darme cuenta de que mido menos que la botella que me
he tomado.
Miro
al raptor otra vez, levanta una cortina y descubre otra puerta. Se
acerca a la mesa corriendo y coge una llave dorada, no me parecía
haberla visto antes. Me siento como una carga al no poder hacer nada
salvo mirar. Estoy en una taza mientras se inunda la habitación. No
es real.
El
chico se sube en la mesa tras abrir la puerta y salta a la taza
bebiéndose una poción como la mía en el aire, puede que no le de
tiempo a encoger antes de caer. Me encojo en mí misma buscando
refugio y se me saltan las lágrimas del miedo. La taza vibra un
poco, y cuando miro hacia el exterior me siento aliviada, pero no
puedo parar de llorar.
-¿Asustada?-
me pregunta con una sonrisa.
No
le respondo y miro hacia la puerta que ha abierto, medirá veinte
centímetros, y sin embargo vamos a pasar por ella.
-Sota.-
me dice tocándome el hombro.
Le
miro incrédula.
-Sota,
Sota de Corazones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario