jueves, 27 de junio de 2013

PRIMER CAPITULO

 
Primer CAPITULO


   Mi larga melena rubia se sacude con el viento formando enredos en mi pelo. Voy en la moto de mi hermano mayor. Él tiene el pelo castaño y corto, echado hacia a delante. Sus ojos son azules, como los de mi madre, y como los míos. Él tiene diecisiete años, tres más que yo. También es mucho más alto que yo pero no tan responsable como yo. Vamos de camino a la academia en que estudiaré los próximos años, él me dejará y después se irá de nuevo a casa, o a donde quiera que vaya.
    -¿Cuánto falta?- le pregunto gritando para hacerme oír por encima del viento.
    -Tres kilómetros.- me grita él con su normal tranquilidad.
    -¿Y eso es?
    -Unos cinco minutos, estate callada o te dejo en medio de la carretera y te vas andando.- me grita irritado. Parece que lo dice en serio, pero sé que no lo hará.
Permanezco callada durante unos minutos hasta que empiezo a divi-sar grandes edificios al fondo del paisaje.
    -¿Esa es la academia?- le pregunto gritando entusiasmada.
    -Sí, esa es la ATP.- me dice recordando su pasado en ella.
    -Bien.- me digo a mí misma.
    El viento tira de mí más fuerte. Me agarro con fuerza a mi hermano e intento disfrutar del viaje. A medida que vamos llegando a la academia el viento comienza perder fuerza pero tengo que seguir agarrada a mi herma-no mayor. Entramos en el campus de la academia, el suelo es de color beis, hay muchas zonas con césped y grandes jardines, una biblioteca enorme de color granate, los demás edificios parecen residencias de estudiantes.
No puedo evitar esbozar una gran sonrisa.
Mi hermano aparca la moto pero no se baja.
Yo sí me bajo y voy a coger maleta que está en la parte trasera de la moto. Lo intento y no puedo, no tengo suficiente fuerza para levantarla.
    -¿Quieres que te ayude?- me dice mi hermano bajándose de la moto.
    -No, puedo yo sola.- le miento mientras intento bajarla de nuevo.
Al ver que sigo sin poder bajarla él viene y se dispone a cogerla. Yo le hago un gesto diciendo que puedo yo pero eso no lo para y la baja él.
    -¿Para qué están los hermanos mayores a parte de para molestar?- me pregunta de forma sarcástica. A continuación abre los brazos para que le de un abrazo de despedida.
    Yo no respondo, pero le doy el abrazo.
    -Te voy a echar de menos pequeñaja.- me dice acariciándome el pelo como a un perro una vez nos hemos separado.
    -Yo... yo también Kevin.- digo sin poder creer que algún día diría eso.
    Se sube a la moto y alza la mano para decirme adiós una vez tiene puesto el casco.
Yo también alzo la mano aunque dudo que pueda verme. Una vez se ha ido y me he quedado sola en el patio de la academia con un sol más luminoso que ninguna otra vez salgo corriendo con la maleta hacia el edificio principal. Me espera una nueva vida en la academia.



    Llego diez minutos después al edificio principal. Allí hay muchos más adolescentes de mi edad, están con sus maletas y con sus familias.
    Me siento un poco sola pero aguanto con una sonrisa y con mi maleta en el vestíbulo. Me doy cuenta de que alguien los va llamando de uno en uno y estos se despiden de su familia y se llevan una llave consigo. Espero que no haya dicho mi nombre todavía.
   Me siento en un banco al lado de una chica de pelo rizado castaño y ojos azules, una extraña combinación.
    Sin saber qué hacer mientras no me llaman me miro la ropa que llevo: una camisa azul celeste remangada hasta los codos, debajo llevo una camiseta azul marino simple, en mis pies llevo unas simples zapatillas de tela azul celestes y por último unos vaqueros cortos claros.
    -Hola.- me dice la chica de cabello castaño devolviéndome a la realidad.
    Sacudo la cabeza un poco mirando hacia abajo y después la miro.
    -Hola- le digo con una sonrisa amistosa.
    -¿Cómo te llamas?- me pregunta.
    -Eveline, ¿y tú?- le pregunto; intento ser sociable, normalmente siempre he sido muy tímida y solitaria pero ahora puedo y quiero cambiar-lo.
    -Madeline, pero puedes llamarme Maddy.- me dice como si se avergonzase de su nombre, y no lo comprendo, Madeline es un nombre precio-so.
    -Está bien.- le respondo con una sonrisa.
Me quedo callada un rato hasta que suena mi nombre al fondo de la sala.
    -Eveline Anderson.
    -Me toca.- le digo a Maddy levantándome del banco. Cojo mi maleta y me voy hacia a la puerta. Antes de entrar veo una zapatilla cortándome el paso, pero cuando me doy cuenta ya estoy cayendo al suelo. Un desco-nocido me ha puesto la zancadilla. Oigo risas a mi alrededor pero levanto como si nada y sigo hacia adelante. Una mujer con un moño, pelo castaño y gafas me hace un gesto para que entre. Respiro hondo y entro en el despacho que hay detrás de la puerta.
    Una vez se cierra la puerta el despacho permanece en completo silencio, ya no se oye el barullo que hay fuera.
    -¿Eveline?- me pregunta un hombre que hay en una mesa de madera clara sin apenas polvo en frente mía. El despacho es blanco, con las banderas típicas del estado, el suelo es un parqué.
    -Sí.- le digo asintiendo educadamente.
    -Bienvenida a la academia.- me dice con una amplia sonrisa.
    Yo sonrío tímidamente a su vez encogiendo los hombros.
    Saca una llave de uno de los cajones de su mesa y me la ofrece junto con un mapa de la academia.
    -Tu habitación está en el edificio de Greenwich.- saca un librito de otro cajón.- Aquí tienes, es un cuaderno con las actividades, días de clase, festivos, exámenes finales, comienzo de las clases, recreos...
    -Gracias.- le digo antes de salir por la puerta otra vez. Esta vez miraré mejor al suelo.
  -¡Espera!- me grita el director justo antes de que cruce la puerta. Me giro hacia él esperando a que me diga algo.- ¿Puedes buscar Madeline Andrews y decirle que va contigo en la habitación?- sonrió para mis aden-tros, espero que sea Maddy.- Y toma, dale un mapa y un cuadernillo.- me dice acercándome la mano para que los coja.
    -Está bien.- le digo con una sonrisa forzada mientras me giro hacia la puerta y salgo.
    Voy hacia el banco en el que estaba Maddy mirando atentamente al suelo para no volver a caer hasta que llego.
    -¿Madeline Andrews?- le pregunto con una sonrisa.
    -Sí, ¿como...- empieza a decir hasta que le enseño la llave de la habitación y le digo:
    -Nos toca compartir habitación.
    Ella se levanta y las dos sonreímos mientras nos vamos del edificio principal.
    -Aquí tienes.- le digo dándole un cuadernillo y un mapa.
    -Gracias.- me dice.
    Caminamos durante un rato buscando el edificio, Maddy ha abierto el mapa y me indica por donde se va a la residencia Greenwich. También le ha echado una ojeada al cuadernillo. Al principio sus indicaciones no parecen tener mucho sentido pero con el tiempo empiezan a encajar sus indicaciones del mapa con las de la academia.
    Veo que guarda el mapa en uno de los bolsillos de su bolso y mira hacia adelante.
    Yo también lo hago. Ahí está, la residencia Greenwich.
    Maddy empieza a correr hacia la residencia, y yo la sigo como pue-do, a pesar de que ella es más alta que yo y corre mucho más.
    Llego unos segundos después de que llegue ella, estoy exhauta, pero ella no, está como si hubiese venido caminando y sin llevar ninguna maleta, debe de ser una gran deportista.     Bajo la espalda y apoyo mis ma-nos sobre mis muslos para descansar.
    -¿Cómo estás así?- le pregunto sorprendida.
    -¿Así cómo?- me pregunta.
    -Como si no hubieses corrido nada.- le digo estupefacta.
    -Oh, vamos, Eveline, no hemos corrido nada.- me dice.
    Me quedo aún más estupefacta, yo estoy completamente cansada y Maddy me dice que no hemos corrido nada, tendré que mejorar mi forma física, aunque yo nunca he sido muy deportista lo intentaré. Aquí, en la academia, puedo cambiar, puedo ser una nueva persona.
    -¿Estás cansada?- me pregunta al ver que no hablo.
    -Pues sí, lo estaba.- le digo poniéndome firme para mirarla a la cara.
    -¿Ya no?- me pregunta riendo.
    -No, ya he descansado.- le digo entrando en la residencia.
    Al pasar la puerta nos encontramos con la residencia completamente vacía a excepción de una supervisora que hay en el vestíbulo principal.
    -Hola.- le dice Maddy tímidamente.
    -Bienvenidas, ¿Eveline Anderson y Madeline Andrews?- nos pregunta la supervisora.
    -Las mismas.- responde Maddy sin vergüenza.
    -Pues yo me llamo Kate, voy a ser vuestra supervisora durante vues-tro primer año.- nos explica con una sonrisa.
    -Encantada.- le dice Maddy dándole la mano.
    -Encantada.- le digo yo más tímida y dándole la mano con menos fuerza que Maddy.
    -Bueno, vuestra habitación está en la planta de arriba. Es la ciento veintiséis.- nos dice haciéndonos un gesto hacia las escaleras.
    Maddy sube rápido las escaleras, incluso con la maleta a cuestas. Yo tardo más, pero aún así me espera. No sé si es porque llevo yo la llave o por educación, pero es igual.  
   Subo el último escalón y buscamos la habitación.
   En la planta de arriba hay dos pasillos, uno a la derecha de las esca-leras y otro hacia la izquierda, en cada uno parece haber cinco habitacio-nes.
   Optamos por ir por el de la derecha, nuestra habitación es la más cercana a las escaleras del pasillo derecho.
   Cojo la llave e intento abrir la puerta con impaciencia. Consigo abrir-la. Me siento aliviada porque si no lo hubiese conseguido Maddy habría descubierto que soy una negada del deporte.
   La habitación es grande, tiene dos camas, una pegada a la pared dere-cha y la otra al lado, entre ellas hay una mesita con dos lámpara; en la pared izquierda hay dos armarios, con cajones debajo de ello, hay dos ventanas al fondo. Más cerca de la puerta hay una mesa de madera con un ordenador y una silla de ruedas. El suelo es de madera, como el de toda la residencia y las paredes son moradas por la parte alta y blancas por la parte baja.
   Maddy corre junto a la cama que hay debajo de la ventana y se echa encima.
   -Me pido esta.- dice hundiendo la cabeza en la almohada.
   Me siento aliviada otra vez, pero también un poco egoísta, yo quería la de la pared. Y la he conseguido.
   Hago como ella y me dejo caer en mí cama.
   -¿Cansada?- me pregunta Maddy.
   -¿Tú lo estás?- le pregunto yo para responder lo que me diga ella. Ella gira la cabeza y me mira.
   -Yo he preguntado antes- dice con una sonrisa traviesa.
   -Sí...- suspiro.
   -¿Hace cuando que no practicas algún deporte?- me pregunta.
   Me muero de vergüenza, siempre he sido una negada del deporte. De pequeña estuve en un equipo de fútbol pero no me gustaría tener que repetir la experiencia, siempre llegaba a casa con alguna que otra herida y con muchos moratones. Las niñas del equipo me ponían la zancadilla en los entrenamientos y cuando no me la ponían ellas, me la ponían las del otro equipo contra el que jugábamos. Desde entonces no he practicado ningún deporte excepto en las clases de educación física del colegio.
   -¿Fuera del colegio?- le pregunto para no tener que responder y sacar otro tema de conversación que no sea el deporte.
   -Sí, en algún equipo.- me dice más interesada.
   -Hace unos diez años.- le digo hundiendo mi cabeza en la almohada.
   La levanto otra vez y la miro desesperada.
   -¿Qué crees que puedo hacer?- le pregunto.
   -Mañana los de cursos mayores nos harán una introducción de clu-bes, equipos de deportes, grupos de teatro, canto...
   -Sí, ¿qué sugieres?- le pregunto un poco desorientada.
  -Pues, echa una ojeada a todo, principalmente a los equipos de depor-te y haz las pruebas para uno.
   Es muy buena idea, así me pondré en forma y, si se me da bien podría ser popular...          Además estar en un equipo me haría ganar amigos, me agu-dizaría los sentidos y conseguiría esquivar las zancadillas para no caerme.
   De repente me invade la duda, ¿a cuál? No soy buena en ningún de-porte.
   -¿Y a cuál me apunto?- le pregunto indecisa.
   -A ver.- me dice mirando el cuadernillo de la academia.- Fútbol, baloncesto, volley, atletismo, balonmano, rugby, hockey, patinaje y- hace una pausa y hace una mueca con su cara- equipo de animadoras.
   -Fútbol no.- le digo inmediatamente, siempre que oigo la palabra fút-bol o lo veo por la tele pienso en zancadillas.- Hockey, no... ¿Cuáles que-dan?
   -Pues, baloncesto, volley, atletismo, balonmano, rugby y patinaje.- me dice Maddy echándole una ojeada al cuadernillo.
   -Descarta rugby, no tengo suficiente fuerza, patinaje tampoco, ni la paciencia ni el equilibrio son mi punto fuerte. ¿El atletismo es duro?
   -Sí, no te lo aconsejo si te cansas al correr un poco.- me dice medio riéndose.
   -Entonces no.- le digo decidida.
   -Pues solo te quedan tres, ¿baloncesto, volley, o balonmano?
   -No lo sé, los tres se me dan igual de mal.- suspiro.
   -Me parece que eres un poco pesimista, ¿no?
   -No, las cosas son como son, llevo diez años sin practicar ningún de-porte y estoy en pésima forma física.- le digo seria.
   -Vale, eso está en tus manos, cámbialo.
   Odio que Maddy tenga razón, está en mis manos y puedo cambiarlo, pero nunca he sentido fuerza de voluntad para hacerlo, así que no es que no haya podido, es que no he querido.
Suspiro.
   -Lo intentaré.- digo con esfuerzo.- Bueno, ¿a cuál me apunto?- le pregunto un poco molesta.
   -Hmmmmm.- se queda pensando, supongo que para no perder los nervios conmigo.- Apúntate a los tres.- me dice con una sonrisa.
   -¿Qué?- salto enseguida.
   -Que te apuntes a los tres, las pruebas del baloncesto son el sábado a las doce de la mañana, las del volley a las cuatro de la tarde y las del ba-lonmano a las siete.- me explica enseñándome un panfleto.
   -Acabaré exhausta.- le digo suspirando.
   -Y más fuerte que ahora también.- replica ella.
   -¿Crees que será buena idea apuntarme a tres deportes?- le pregunto un poco preocupada.
   -Sí, piénsalo, si no te admiten en un equipo te quedarán otras dos opciones, tendrás más posibilidades.- me explica.
En la cara se me forma una sonrisa contra mi voluntad.
   -¿Ves? Te gusta la idea.- replica Maddy.
   -Nada es fácil en la vida.- suspiro hundiendo la cabeza en la almo-hada de nuevo.
De repente la levanto bruscamente.
   -¿Y tú? ¿A qué te vas a apuntar?- le pregunto muy interesada.
   -Atletismo.- me dice con una sonrisa.
   -¿Cómo no?- le digo con otra sonrisa.
   -Es la hora de cenar.- me dice mirando un reloj que hay en la pared, yo también lo miro, no me había fijado en él hasta ahora. Las agujas marcan las nueve.
   -¿Vamos a la cafetería?- le pregunto levantándome de la cama.
   -¿Ya no estás cansada? ¿eh?- me dice riendo.
   -No. ¿Tu sí?- le pregunto yo con una sonrisa traviesa.
   -Sí, un poco. Se me han relajado los músculos. Pero vamos.- me dice levantándose de la cama.
   -A mí no.- le digo levantándome mientras me encojo de hombros.
   -Qué suerte.- me dice saliendo por la puerta sin sonreír mucho.
   Supongo que no me siento diferente porque siempre llevo los músculos relajados a causa de no hacer ejercicio.


   Caminamos un poco hasta que llegamos al comedor. Está a unos cuantos metros de nuestra residencia, al lado del edificio central y de los demás edificios con aulas.
   Maddy se detiene delante de un chico con una expresión de asombro en la cara.
   -Austin.- dice con asombro.
   -¿Maddy? ¿Qué haces tú aquí?- le pregunta él.
   El chico tiene los ojos marrones y el pelo castaño, un poco largo. La expresión de asombro sigue tanto en su cara como en la de Maddy.
   -¿Qué haces tú aquí?- le dice ella dándole un abrazo.
   -Pues, me he apuntado a esta academia, ¿tú igual no?- le dice el chico sin soltarla.
   -Sí.- le dice Maddy con una sonrisa apoyando su cabeza en el hombro de Austin.
   ¿Son pareja? Los dos están muy cariñosos, pero no tanto como para que parezca que están juntos. Después le preguntaré a Maddy, cuando volvamos a nuestra habitación.
   -Maddy.- le susurro a Maddy. De repente me siento mal. Los he inte-rrumpido.
   Maddy vuelve en sí y suelta a Austin, sus ojos brillar con mayor in-tensidad. Y los de Austin también.
   -¿Qué quieres?- me pregunta ella fingiendo que no está molesta por que le haya interrumpido.
   Austin se dispone a irse pero antes nos pregunta:
   -¿Queréis comer conmigo y con Ben?- señala una mesa en la que hay un chico, será Ben.
   -Vale. -le dice Maddy con una sonrisa.- Vamos a por la comida.
   Nos dirigimos hacia las bandejas. Entonces reconozco una deportiva que me vuelve a cortar el paso. Abro bien los ojos y levanto la vista para ver a la persona que ha intentado que me caiga.
   Es un chico, más alto que yo. Como todo el mundo. Y eso no me va a ayudar a plantarle cara. Tiene el pelo corto, rubio oscuro. Sus ojos son azules. Parece atractivo pero no es mi tipo, además me ha intentado tirar dos veces al suelo, y no creo que esta sea la última vez que lo intente, va a seguir intentándolo.
   Ahora mismo tiene una expresión indescifrable, parece una sonrisa diabólica.
   Me echo hacia atrás. Tengo la sensación de que me va empujar para que me caiga. Estoy asustada.
   El chico ríe sin compasión.
   Intentaba asustarme. Lo ha conseguido.
   Avanzo como si no hubiese pasado nada (que no ha pasado) y cojo una bandeja, un plato y un vaso para echame la comida.
   Me echo un puñado de patatas fritas y un par de filetes de pollo. Para beber me lleno el vaso de zumo de piña, no me gustan las bebidas con bur-bujas. Después me voy a la mesa en la que me esperan Ben y Austin.
   -Hola.- les susurro. Un saludo demasiado tímido.
   -Hola.- me saluda Austin más alto de lo que le saludo yo.
   Ben clava sus ojos verdes en mí. Empieza a evaluarme de arriba a abajo con sus ojos penetrantes.
   Primero le miro yo también a los ojos pero él me intimida demasiado y aparto la mirada de él. Estoy nerviosa, aunque más que eso, asustada. Ben no para de mirarme con una expresión indescifrable, no está feliz, pero tampoco triste, ni enfadado tampoco.
   Aguanto un poco más el examen que me hace Ben, hasta que aparta su mirada penetrante de mí.
   Una vez que ya no me mira, o al menos de la manera que lo hacía antes, dejo la bandeja con la comida en la mesa redonda de plástico gris y me dejo caer en la silla, que también es de plástico.
   Miro a Austin, que mira hacia el comedor a través de mí. La luz de antes vuelve a sus ojos. Supongo que Maddy viene hacia aquí.
   Unos segundos después ya está sentada al lado mía y de Austin.
   Yo tenía razón.
   Solo hay cuatro sillas en nuestra mesa. Maddy, al ponerse al lado de Austin me está obligando a hablar con Ben para dejarles intimidad, lo sé; pero yo no estoy por la labor de hablar con él, tan solo mirarlo a la cara me asusta.
   Mantengo la cabeza gacha mientras como, Maddy y Austin no paran de hablar y Ben intenta abrirse paso para entrar en la conversación. Yo no encajo aquí. Tengo ganas de irme a mi habitación y echarme en mi cama. Pero permanezco sentada, con la cabeza gacha, partiendo los filetes y comiéndomelos. De repente algo me hace volver a la realidad, al comedor en de la ATP.
   -Hola, te llamas Eveline, ¿verdad?- me dice un chico parecido a Ben por sus rasgos pero totalmente diferente. Su mirada penetrante que me asustaba, ya no lo hace, ahora parece incluso amistosa. Ahora me doy cuenta de que tiene el pelo castaño oscuro, y de que lo lleva echado hacia arriba.
   -Hola.- le digo yo a un volumen normal. Me sonrojo sin saber porqué.- Sí,- le digo respondiendo a su pregunta.- Ben, ¿no?
   -Sí.- me dice él con una sonrisa amistosa y con una mirada muy tier-na.
   Yo sonrío con timidez y vuelvo a agachar la cabeza. Tengo la sen-sación de que Ben me está mirando, pero no como antes. Lo miro de reojo, está mirándome embelesado, lo que también me hace sentir incómoda, pero no tanto como antes. ¿Le gusto?
   Termino la comida y me obligo a mirar al frente y a esperar a que Maddy termine de comer.
   -Eveline.- me dice Ben.
   -¿Qué?- le pregunto yo un poco distante. No estoy segura de querer irme de aquí pero tampoco tengo muchas ganas de quedarme.
   -¿Te gustaría venir el sábado a mi prueba de rugby?- me pregunta.
El sábado tengo el día totalmente ocupado por las pruebas, no puedo ir, y tampoco es que tenga mucho interés en verlo jugar al rugby.
   -¿A qué hora es?- le pregunto.
   -A las ocho dela tarde.- me dice con una sonrisa.
   Las del balonmano son a las siete, acabaré a las ocho, podría ir a verlo, pero no tendría fuerzas para moverme más después de las tres pruebas.
   -Veré si puedo ir.- le digo con una sonrisa para no desilusionarlo.
   -Vale, ¿tú te vas a presentar a algún deporte?- me pregunta Ben.
   Nos acabamos de conocer y está siendo sociable, demasiado sociable para mi gusto. Respiro hondo unas cuantas veces e intento relajarme.
   -Sí, a baloncesto, volley y balonmano.- le respondo. Me siento estú-pida. Nadie normal se apunta a tres deportes en una misma academia, y menos si las tres pruebas son el mismo día.
   -¡Vaya, tres!- grita sorprendido.
   Tengo ganas de decirle que baje la voz pero no tengo suficiente confianza con él. Me encojo de hombros y permanezco callada.
   -Eres una gran deportista.- me afirma después.
   Lo niego con la cabeza, aunque sonrío.
   -¿Entonces?- me pregunta Ben.
   -Nunca se me han dado bien los deportes, y así tendré más posibili-dades.- le explico con vergüenza.
   Él va a hablar pero Maddy se levanta de su silla, y yo también.
   -Adiós.- le digo con una leve sonrisa a Ben.



   No hemos hablado nada durante el camino, yo he estado pensando en las miles de preguntas que me han llenado la cabeza. Una vez entramos en la habitación, las preguntas salen de mi boca.
   -¿De qué conoces a Austin? ¿Sois pareja?- hago una pausa al ver su cara de desconcierto.
   -¿Eveline?- me pregunta sorprendida.- A ver, lo conozco porque antes vivía en mi ciudad e iba a mi instituto, y no, no somos pareja pero una vez lo fuimos.
   -Se os ve muy bien juntos, ¿lo dejaste?- le pregunto mientras me quito las zapatillas.
   -No exactamente.
   -¿Te dejó él?
   -No estoy segura.
   -¿Entonces?- le pregunto desconcertada.
   -Me puso los cuernos, me fue infiel, estaba con otra mientras que es-taba conmigo, por eso lo dejé.- me dice molesta.
   Voy a irme a los baños pero Maddy me detiene.
   -Me dijo que si no quería volver con él lo aceptaría y saldría de mi vida pero no quise volver, y nunca me imaginé que vendría a esta acade-mia.- me explica sollozando.
   -Vaya...- digo sorprendida.
   Después me vuelvo a levantar y me voy a los baños de la residencia. Saco una camiseta rosa larga de manga corta que me llega hasta los muslos y me la pongo con unos pantalones cortos azules y rosas. Después salgo de los baños y me vuelvo a la habitación.
   Cuando llego Maddy está llorando en su almohada.
   -Ahora está aquí, ¿no? Puedes arreglar las cosas.- le digo para conso-larla. Podrá arreglarlas si es que todavía le quiere.
   -Lo dejé ir, Eveline. Y ahora está con otra.- me explica sin parar de llorar.
   -Pues vaya chico, es un rompecorazones, muy afortunado debe de ser.- digo con amargura tumbándome en mi cama. Me siento extraña, esta vez no he contenido mis pensamientos y he hablado sin pensar, tal vez esa sea la clave para no ser tan tímida.