Primer
CAPITULO
-¿Cuánto
falta?- le pregunto gritando para hacerme oír por encima del viento.
-Tres
kilómetros.- me grita él con su normal tranquilidad.
-¿Y
eso es?
-Unos
cinco minutos, estate callada o te dejo en medio de la carretera y te
vas andando.- me grita irritado. Parece que lo dice en serio, pero sé
que no lo hará.
Permanezco
callada durante unos minutos hasta que empiezo a divi-sar grandes
edificios al fondo del paisaje.
-¿Esa
es la academia?- le pregunto gritando entusiasmada.
-Sí,
esa es la ATP.- me dice recordando su pasado en ella.
-Bien.-
me digo a mí misma.
El
viento tira de mí más fuerte. Me agarro con fuerza a mi hermano e
intento disfrutar del viaje. A medida que vamos llegando a la
academia el viento comienza perder fuerza pero tengo que seguir
agarrada a mi herma-no mayor. Entramos en el campus de la academia,
el suelo es de color beis, hay muchas zonas con césped y grandes
jardines, una biblioteca enorme de color granate, los demás
edificios parecen residencias de estudiantes.
No
puedo evitar esbozar una gran sonrisa.
Mi
hermano aparca la moto pero no se baja.
Yo
sí me bajo y voy a coger maleta que está en la parte trasera de la
moto. Lo intento y no puedo, no tengo suficiente fuerza para
levantarla.
-¿Quieres
que te ayude?- me dice mi hermano bajándose de la moto.
-No,
puedo yo sola.- le miento mientras intento bajarla de nuevo.
Al
ver que sigo sin poder bajarla él viene y se dispone a cogerla. Yo
le hago un gesto diciendo que puedo yo pero eso no lo para y la baja
él.
-¿Para
qué están los hermanos mayores a parte de para molestar?- me
pregunta de forma sarcástica. A continuación abre los brazos para
que le de un abrazo de despedida.
Yo
no respondo, pero le doy el abrazo.
-Te
voy a echar de menos pequeñaja.- me dice acariciándome el pelo como
a un perro una vez nos hemos separado.
-Yo...
yo también Kevin.- digo sin poder creer que algún día diría eso.
Se
sube a la moto y alza la mano para decirme adiós una vez tiene
puesto el casco.
Yo
también alzo la mano aunque dudo que pueda verme. Una vez se ha ido
y me he quedado sola en el patio de la academia con un sol más
luminoso que ninguna otra vez salgo corriendo con la maleta hacia el
edificio principal. Me espera una nueva vida en la academia.
Llego
diez minutos después al edificio principal. Allí hay muchos más
adolescentes de mi edad, están con sus maletas y con sus familias.
Me
siento un poco sola pero aguanto con una sonrisa y con mi maleta en
el vestíbulo. Me doy cuenta de que alguien los va llamando de uno en uno
y estos se despiden de su familia y se llevan una llave consigo. Espero que no haya dicho mi nombre todavía.
Me siento en un banco al lado de una chica de pelo rizado castaño y ojos azules, una extraña combinación.
Me siento en un banco al lado de una chica de pelo rizado castaño y ojos azules, una extraña combinación.
Sin
saber qué hacer mientras no me llaman me miro la ropa que llevo: una
camisa azul celeste remangada hasta los codos, debajo llevo una
camiseta azul marino simple, en mis pies llevo unas simples
zapatillas de tela azul celestes y por último unos vaqueros cortos
claros.
-Hola.-
me dice la chica de cabello castaño devolviéndome a la realidad.
Sacudo
la cabeza un poco mirando hacia abajo y después la miro.
-Hola-
le digo con una sonrisa amistosa.
-¿Cómo
te llamas?- me pregunta.
-Eveline,
¿y tú?- le pregunto; intento ser sociable, normalmente siempre he
sido muy tímida y solitaria pero ahora puedo y quiero cambiar-lo.
-Madeline,
pero puedes llamarme Maddy.- me dice como si se avergonzase de su
nombre, y no lo comprendo, Madeline es un nombre precio-so.
-Está
bien.- le respondo con una sonrisa.
Me
quedo callada un rato hasta que suena mi nombre al fondo de la sala.
-Eveline
Anderson.
-Me
toca.- le digo a Maddy levantándome del banco. Cojo mi maleta y me
voy hacia a la puerta. Antes de entrar veo una zapatilla cortándome
el paso, pero cuando me doy cuenta ya estoy cayendo al suelo. Un
desco-nocido me ha puesto la zancadilla. Oigo risas a mi alrededor
pero levanto como si nada y sigo hacia adelante. Una mujer con un
moño, pelo castaño y gafas me hace un gesto para que entre. Respiro
hondo y entro en el despacho que hay detrás de la puerta.
Una
vez se cierra la puerta el despacho permanece en completo silencio,
ya no se oye el barullo que hay fuera.
-¿Eveline?-
me pregunta un hombre que hay en una mesa de madera clara sin apenas
polvo en frente mía. El despacho es blanco, con las banderas típicas
del estado, el suelo es un parqué.
-Sí.-
le digo asintiendo educadamente.
-Bienvenida
a la academia.- me dice con una amplia sonrisa.
Yo
sonrío tímidamente a su vez encogiendo los hombros.
Saca
una llave de uno de los cajones de su mesa y me la ofrece junto con
un mapa de la academia.
-Tu
habitación está en el edificio de Greenwich.- saca un librito de
otro cajón.- Aquí tienes, es un cuaderno con las actividades, días
de clase, festivos, exámenes finales, comienzo de las clases,
recreos...
-Gracias.-
le digo antes de salir por la puerta otra vez. Esta vez miraré mejor
al suelo.
-¡Espera!-
me grita el director justo antes de que cruce la puerta. Me giro
hacia él esperando a que me diga algo.- ¿Puedes buscar Madeline
Andrews y decirle que va contigo en la habitación?- sonrió para mis
aden-tros, espero que sea Maddy.- Y toma, dale un mapa y un
cuadernillo.- me dice acercándome la mano para que los coja.
-Está
bien.- le digo con una sonrisa forzada mientras me giro hacia la
puerta y salgo.
Voy
hacia el banco en el que estaba Maddy mirando atentamente al suelo
para no volver a caer hasta que llego.
-¿Madeline
Andrews?- le pregunto con una sonrisa.
-Sí,
¿como...- empieza a decir hasta que le enseño la llave de la
habitación y le digo:
-Nos
toca compartir habitación.
Ella
se levanta y las dos sonreímos mientras nos vamos del edificio
principal.
-Aquí
tienes.- le digo dándole un cuadernillo y un mapa.
-Gracias.-
me dice.
Caminamos
durante un rato buscando el edificio, Maddy ha abierto el mapa y me
indica por donde se va a la residencia Greenwich. También le ha
echado una ojeada al cuadernillo. Al principio sus indicaciones no
parecen tener mucho sentido pero con el tiempo empiezan a encajar sus
indicaciones del mapa con las de la academia.
Veo
que guarda el mapa en uno de los bolsillos de su bolso y mira hacia
adelante.
Yo
también lo hago. Ahí está, la residencia Greenwich.
Maddy
empieza a correr hacia la residencia, y yo la sigo como pue-do, a
pesar de que ella es más alta que yo y corre mucho más.
Llego
unos segundos después de que llegue ella, estoy exhauta, pero ella
no, está como si hubiese venido caminando y sin llevar ninguna
maleta, debe de ser una gran deportista. Bajo la espalda y apoyo mis
ma-nos sobre mis muslos para descansar.
-¿Cómo
estás así?- le pregunto sorprendida.
-¿Así
cómo?- me pregunta.
-Como
si no hubieses corrido nada.- le digo estupefacta.
-Oh,
vamos, Eveline, no hemos corrido nada.- me dice.
Me
quedo aún más estupefacta, yo estoy completamente cansada y Maddy
me dice que no hemos corrido nada, tendré que mejorar mi forma
física, aunque yo nunca he sido muy deportista lo intentaré. Aquí,
en la academia, puedo cambiar, puedo ser una nueva persona.
-¿Estás
cansada?- me pregunta al ver que no hablo.
-Pues
sí, lo estaba.- le digo poniéndome firme para mirarla a la cara.
-¿Ya
no?- me pregunta riendo.
-No,
ya he descansado.- le digo entrando en la residencia.
Al
pasar la puerta nos encontramos con la residencia completamente vacía
a excepción de una supervisora que hay en el vestíbulo principal.
-Hola.-
le dice Maddy tímidamente.
-Bienvenidas,
¿Eveline Anderson y Madeline Andrews?- nos pregunta la supervisora.
-Las
mismas.- responde Maddy sin vergüenza.
-Pues
yo me llamo Kate, voy a ser vuestra supervisora durante vues-tro
primer año.- nos explica con una sonrisa.
-Encantada.-
le dice Maddy dándole la mano.
-Encantada.-
le digo yo más tímida y dándole la mano con menos fuerza que
Maddy.
-Bueno,
vuestra habitación está en la planta de arriba. Es la ciento
veintiséis.- nos dice haciéndonos un gesto hacia las escaleras.
Maddy
sube rápido las escaleras, incluso con la maleta a cuestas. Yo tardo
más, pero aún así me espera. No sé si es porque llevo yo la llave
o por educación, pero es igual.
Subo el último escalón y buscamos la habitación.
Subo el último escalón y buscamos la habitación.
En
la planta de arriba hay dos pasillos, uno a la derecha de las
esca-leras y otro hacia la izquierda, en cada uno parece haber cinco
habitacio-nes.
Optamos
por ir por el de la derecha, nuestra habitación es la más cercana a
las escaleras del pasillo derecho.
Cojo
la llave e intento abrir la puerta con impaciencia. Consigo abrir-la.
Me siento aliviada porque si no lo hubiese conseguido Maddy habría
descubierto que soy una negada del deporte.
La
habitación es grande, tiene dos camas, una pegada a la pared
dere-cha y la otra al lado, entre ellas hay una mesita con dos
lámpara; en la pared izquierda hay dos armarios, con cajones debajo
de ello, hay dos ventanas al fondo. Más cerca de la puerta hay una
mesa de madera con un ordenador y una silla de ruedas. El suelo es de
madera, como el de toda la residencia y las paredes son moradas por
la parte alta y blancas por la parte baja.
Maddy
corre junto a la cama que hay debajo de la ventana y se echa encima.
-Me
pido esta.- dice hundiendo la cabeza en la almohada.
Me
siento aliviada otra vez, pero también un poco egoísta, yo quería
la de la pared. Y la he conseguido.
Hago
como ella y me dejo caer en mí cama.
-¿Cansada?-
me pregunta Maddy.
-¿Tú
lo estás?- le pregunto yo para responder lo que me diga ella. Ella
gira la cabeza y me mira.
-Yo
he preguntado antes- dice con una sonrisa traviesa.
-Sí...-
suspiro.
-¿Hace
cuando que no practicas algún deporte?- me pregunta.
Me
muero de vergüenza, siempre he sido una negada del deporte. De
pequeña estuve en un equipo de fútbol pero no me gustaría tener
que repetir la experiencia, siempre llegaba a casa con alguna que
otra herida y con muchos moratones. Las niñas del equipo me ponían
la zancadilla en los entrenamientos y cuando no me la ponían ellas,
me la ponían las del otro equipo contra el que jugábamos. Desde
entonces no he practicado ningún deporte excepto en las clases de
educación física del colegio.
-¿Fuera
del colegio?- le pregunto para no tener que responder y sacar otro
tema de conversación que no sea el deporte.
-Sí,
en algún equipo.- me dice más interesada.
-Hace
unos diez años.- le digo hundiendo mi cabeza en la almohada.
La
levanto otra vez y la miro desesperada.
-¿Qué
crees que puedo hacer?- le pregunto.
-Mañana
los de cursos mayores nos harán una introducción de clu-bes,
equipos de deportes, grupos de teatro, canto...
-Sí,
¿qué sugieres?- le pregunto un poco desorientada.
-Pues, echa una ojeada a todo, principalmente a los equipos de depor-te y haz las pruebas para uno.
-Pues, echa una ojeada a todo, principalmente a los equipos de depor-te y haz las pruebas para uno.
Es
muy buena idea, así me pondré en forma y, si se me da bien podría
ser popular... Además estar en un equipo me haría ganar amigos, me
agu-dizaría los sentidos y conseguiría esquivar las zancadillas
para no caerme.
De
repente me invade la duda, ¿a cuál? No soy buena en ningún
de-porte.
-¿Y
a cuál me apunto?- le pregunto indecisa.
-A
ver.- me dice mirando el cuadernillo de la academia.- Fútbol,
baloncesto, volley, atletismo, balonmano, rugby, hockey, patinaje y-
hace una pausa y hace una mueca con su cara- equipo de animadoras.
-Fútbol
no.- le digo inmediatamente, siempre que oigo la palabra fút-bol o
lo veo por la tele pienso en zancadillas.- Hockey, no... ¿Cuáles
que-dan?
-Pues,
baloncesto, volley, atletismo, balonmano, rugby y patinaje.- me dice
Maddy echándole una ojeada al cuadernillo.
-Descarta
rugby, no tengo suficiente fuerza, patinaje tampoco, ni la paciencia
ni el equilibrio son mi punto fuerte. ¿El atletismo es duro?
-Sí,
no te lo aconsejo si te cansas al correr un poco.- me dice medio
riéndose.
-Entonces
no.- le digo decidida.
-Pues
solo te quedan tres, ¿baloncesto, volley, o balonmano?
-No
lo sé, los tres se me dan igual de mal.- suspiro.
-Me
parece que eres un poco pesimista, ¿no?
-No,
las cosas son como son, llevo diez años sin practicar ningún
de-porte y estoy en pésima forma física.- le digo seria.
-Vale,
eso está en tus manos, cámbialo.
Odio
que Maddy tenga razón, está en mis manos y puedo cambiarlo, pero
nunca he sentido fuerza de voluntad para hacerlo, así que no es que
no haya podido, es que no he querido.
Suspiro.
-Lo
intentaré.- digo con esfuerzo.- Bueno, ¿a cuál me apunto?- le
pregunto un poco molesta.
-Hmmmmm.-
se queda pensando, supongo que para no perder los nervios conmigo.- Apúntate a los tres.- me dice con una sonrisa.
-¿Qué?-
salto enseguida.
-Que
te apuntes a los tres, las pruebas del baloncesto son el sábado a
las doce de la mañana, las del volley a las cuatro de la tarde y las
del ba-lonmano a las siete.- me explica enseñándome un panfleto.
-Acabaré
exhausta.- le digo suspirando.
-Y
más fuerte que ahora también.- replica ella.
-¿Crees
que será buena idea apuntarme a tres deportes?- le pregunto un poco
preocupada.
-Sí,
piénsalo, si no te admiten en un equipo te quedarán otras dos
opciones, tendrás más posibilidades.- me explica.
En
la cara se me forma una sonrisa contra mi voluntad.
-¿Ves?
Te gusta la idea.- replica Maddy.
-Nada
es fácil en la vida.- suspiro hundiendo la cabeza en la almo-hada de
nuevo.
De
repente la levanto bruscamente.
-¿Y
tú? ¿A qué te vas a apuntar?- le pregunto muy interesada.
-Atletismo.-
me dice con una sonrisa.
-¿Cómo
no?- le digo con otra sonrisa.
-Es
la hora de cenar.- me dice mirando un reloj que hay en la pared, yo
también lo miro, no me había fijado en él hasta ahora. Las agujas
marcan las nueve.
-¿Vamos
a la cafetería?- le pregunto levantándome de la cama.
-¿Ya
no estás cansada? ¿eh?- me dice riendo.
-No.
¿Tu sí?- le pregunto yo con una sonrisa traviesa.
-Sí,
un poco. Se me han relajado los músculos. Pero vamos.- me dice
levantándose de la cama.
-A
mí no.- le digo levantándome mientras me encojo de hombros.
-Qué
suerte.- me dice saliendo por la puerta sin sonreír mucho.
Supongo
que no me siento diferente porque siempre llevo los músculos
relajados a causa de no hacer ejercicio.
Caminamos
un poco hasta que llegamos al comedor. Está a unos cuantos metros de
nuestra residencia, al lado del edificio central y de los demás
edificios con aulas.
Maddy
se detiene delante de un chico con una expresión de asombro en la
cara.
-Austin.-
dice con asombro.
-¿Maddy?
¿Qué haces tú aquí?- le pregunta él.
El
chico tiene los ojos marrones y el pelo castaño, un poco largo. La
expresión de asombro sigue tanto en su cara como en la de Maddy.
-¿Qué
haces tú aquí?- le dice ella dándole un abrazo.
-Pues,
me he apuntado a esta academia, ¿tú igual no?- le dice el chico sin
soltarla.
-Sí.-
le dice Maddy con una sonrisa apoyando su cabeza en el hombro de
Austin.
¿Son
pareja? Los dos están muy cariñosos, pero no tanto como para que
parezca que están juntos. Después le preguntaré a Maddy, cuando
volvamos a nuestra habitación.
-Maddy.-
le susurro a Maddy. De repente me siento mal. Los he inte-rrumpido.
Maddy
vuelve en sí y suelta a Austin, sus ojos brillar con mayor
in-tensidad. Y los de Austin también.
-¿Qué
quieres?- me pregunta ella fingiendo que no está molesta por que le
haya interrumpido.
Austin
se dispone a irse pero antes nos pregunta:
-¿Queréis
comer conmigo y con Ben?- señala una mesa en la que hay un chico,
será Ben.
-Vale.
-le dice Maddy con una sonrisa.- Vamos a por la comida.
Nos
dirigimos hacia las bandejas. Entonces reconozco una deportiva que me
vuelve a cortar el paso. Abro bien los ojos y levanto la vista para
ver a la persona que ha intentado que me caiga.
Es
un chico, más alto que yo. Como todo el mundo. Y eso no me va a
ayudar a plantarle cara. Tiene el pelo corto, rubio oscuro. Sus ojos
son azules. Parece atractivo pero no es mi tipo, además me ha
intentado tirar dos veces al suelo, y no creo que esta sea la última
vez que lo intente, va a seguir intentándolo.
Ahora
mismo tiene una expresión indescifrable, parece una sonrisa
diabólica.
Me
echo hacia atrás. Tengo la sensación de que me va empujar para que
me caiga. Estoy asustada.
El
chico ríe sin compasión.
Intentaba
asustarme. Lo ha conseguido.
Avanzo
como si no hubiese pasado nada (que no ha pasado) y cojo una bandeja,
un plato y un vaso para echame la comida.
Me
echo un puñado de patatas fritas y un par de filetes de pollo. Para
beber me lleno el vaso de zumo de piña, no me gustan las bebidas con
bur-bujas. Después me voy a la mesa en la que me esperan Ben y
Austin.
-Hola.-
les susurro. Un saludo demasiado tímido.
-Hola.-
me saluda Austin más alto de lo que le saludo yo.
Ben
clava sus ojos verdes en mí. Empieza a evaluarme de arriba a abajo
con sus ojos penetrantes.
Primero
le miro yo también a los ojos pero él me intimida demasiado y
aparto la mirada de él. Estoy nerviosa, aunque más que eso,
asustada. Ben no para de mirarme con una expresión indescifrable, no
está feliz, pero tampoco triste, ni enfadado tampoco.
Aguanto
un poco más el examen que me hace Ben, hasta que aparta su mirada
penetrante de mí.
Una
vez que ya no me mira, o al menos de la manera que lo hacía antes,
dejo la bandeja con la comida en la mesa redonda de plástico gris y
me dejo caer en la silla, que también es de plástico.
Miro
a Austin, que mira hacia el comedor a través de mí. La luz de antes
vuelve a sus ojos. Supongo que Maddy viene hacia aquí.
Unos
segundos después ya está sentada al lado mía y de Austin.
Yo
tenía razón.
Solo
hay cuatro sillas en nuestra mesa. Maddy, al ponerse al lado de
Austin me está obligando a hablar con Ben para dejarles intimidad,
lo sé; pero yo no estoy por la labor de hablar con él, tan solo
mirarlo a la cara me asusta.
Mantengo
la cabeza gacha mientras como, Maddy y Austin no paran de hablar y
Ben intenta abrirse paso para entrar en la conversación. Yo no
encajo aquí. Tengo ganas de irme a mi habitación y echarme en mi
cama. Pero permanezco sentada, con la cabeza gacha, partiendo los
filetes y comiéndomelos. De repente algo me hace volver a la
realidad, al comedor en de la ATP.
-Hola,
te llamas Eveline, ¿verdad?- me dice un chico parecido a Ben por sus
rasgos pero totalmente diferente. Su mirada penetrante que me
asustaba, ya no lo hace, ahora parece incluso amistosa. Ahora me doy
cuenta de que tiene el pelo castaño oscuro, y de que lo lleva echado
hacia arriba.
-Hola.-
le digo yo a un volumen normal. Me sonrojo sin saber porqué.- Sí,-
le digo respondiendo a su pregunta.- Ben, ¿no?
-Sí.-
me dice él con una sonrisa amistosa y con una mirada muy tier-na.
Yo
sonrío con timidez y vuelvo a agachar la cabeza. Tengo la sen-sación
de que Ben me está mirando, pero no como antes. Lo miro de reojo,
está mirándome embelesado, lo que también me hace sentir incómoda,
pero no tanto como antes. ¿Le gusto?
Termino
la comida y me obligo a mirar al frente y a esperar a que Maddy
termine de comer.
-Eveline.-
me dice Ben.
-¿Qué?-
le pregunto yo un poco distante. No estoy segura de querer irme de
aquí pero tampoco tengo muchas ganas de quedarme.
-¿Te
gustaría venir el sábado a mi prueba de rugby?- me pregunta.
El
sábado tengo el día totalmente ocupado por las pruebas, no puedo
ir, y tampoco es que tenga mucho interés en verlo jugar al rugby.
-¿A
qué hora es?- le pregunto.
-A
las ocho dela tarde.- me dice con una sonrisa.
Las
del balonmano son a las siete, acabaré a las ocho, podría ir a
verlo, pero no tendría fuerzas para moverme más después de las
tres pruebas.
-Veré
si puedo ir.- le digo con una sonrisa para no desilusionarlo.
-Vale,
¿tú te vas a presentar a algún deporte?- me pregunta Ben.
Nos
acabamos de conocer y está siendo sociable, demasiado sociable para
mi gusto. Respiro hondo unas cuantas veces e intento relajarme.
-Sí,
a baloncesto, volley y balonmano.- le respondo. Me siento estú-pida.
Nadie normal se apunta a tres deportes en una misma academia, y menos
si las tres pruebas son el mismo día.
-¡Vaya,
tres!- grita sorprendido.
Tengo
ganas de decirle que baje la voz pero no tengo suficiente confianza
con él. Me encojo de hombros y permanezco callada.
-Eres
una gran deportista.- me afirma después.
Lo
niego con la cabeza, aunque sonrío.
-¿Entonces?-
me pregunta Ben.
-Nunca
se me han dado bien los deportes, y así tendré más
posibili-dades.- le explico con vergüenza.
Él
va a hablar pero Maddy se levanta de su silla, y yo también.
-Adiós.-
le digo con una leve sonrisa a Ben.
No
hemos hablado nada durante el camino, yo he estado pensando en las
miles de preguntas que me han llenado la cabeza. Una vez entramos en
la habitación, las preguntas salen de mi boca.
-¿De
qué conoces a Austin? ¿Sois pareja?- hago una pausa al ver su cara
de desconcierto.
-¿Eveline?-
me pregunta sorprendida.- A ver, lo conozco porque antes vivía en mi
ciudad e iba a mi instituto, y no, no somos pareja pero una vez lo
fuimos.
-Se
os ve muy bien juntos, ¿lo dejaste?- le pregunto mientras me quito
las zapatillas.
-No
exactamente.
-¿Te
dejó él?
-No
estoy segura.
-¿Entonces?-
le pregunto desconcertada.
-Me
puso los cuernos, me fue infiel, estaba con otra mientras que es-taba
conmigo, por eso lo dejé.- me dice molesta.
Voy
a irme a los baños pero Maddy me detiene.
-Me
dijo que si no quería volver con él lo aceptaría y saldría de mi
vida pero no quise volver, y nunca me imaginé que vendría a esta
acade-mia.- me explica sollozando.
-Vaya...-
digo sorprendida.
Después
me vuelvo a levantar y me voy a los baños de la residencia. Saco una
camiseta rosa larga de manga corta que me llega hasta los muslos y me
la pongo con unos pantalones cortos azules y rosas. Después salgo de
los baños y me vuelvo a la habitación.
Cuando
llego Maddy está llorando en su almohada.
-Ahora
está aquí, ¿no? Puedes arreglar las cosas.- le digo para
conso-larla. Podrá arreglarlas si es que todavía le quiere.
-Lo
dejé ir, Eveline. Y ahora está con otra.- me explica sin parar de
llorar.
-Pues
vaya chico, es un rompecorazones, muy afortunado debe de ser.- digo
con amargura tumbándome en mi cama. Me siento extraña, esta vez no
he contenido mis pensamientos y he hablado sin pensar, tal vez esa
sea la clave para no ser tan tímida.
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