martes, 1 de julio de 2014

¿Dónde he estado?

Hace unos cuantos meses que  no publico nada así  que ya va siendo hora de aparecer por aquí, y
«¿dónde he estado tanto tiempo metido?» os preguntaréis, o tal vez no. Bueno, el caso es que he estado escribiendo, escribiendo y escribiendo. Y aunque he tenido unos cuantos bloqueos (que no pocos), ¡he conseguido llegar a un número considerable de páginas! Aún me faltan unas cuantas para darle un desenlace a esta primera parte de la historia que he ideado pero me veo capaz de acabarla.
Os dejo con un primer y corto capítulo:

La letra más grande a la izquierda es el nombre del capítulo y la más pequeña a la derecha es el nombre de la persona que lo narra, está narrado en doble perspectiva. En este caso el capítulo tiene el mismo nombre que la persona que lo narra.

Lis Lis


Observar mi reflejo es como transportarme al pasado. Es como volver al tiempo en el que tenía siete años y mi madre me peinaba. Estoy segura de que jamás sabré peinarme como ella me peinaba a mí, con esa suavidad con la que más que peinarme, me masajeaba.
Vuelvo a la realidad y termino de peinarme, aunque no quedo muy satisfecha. Me vuelvo a dar un poco con el peine, lo cual hace que se me queden las rayas de este marcadas en el pelo. Lo sacudo un poco para alejarlas y me lo echo con la mano hacia atrás.
Le dedico una sonrisa cansada al espejo antes de irme, sé que no hay nadie más en la habitación, pero me siento como me comunicase con alguien a través de él.
Antes de salir me cuelgo el colgante que me regalaron hace tres semanas, en mi cumpleaños. Me dijeron que guardaba un secreto, pero yo no veo en él nada más que un engranaje con valor simbólico. Sea lo que sea que lleve dentro, no pienso quitármelo nunca.
El Sol resplandece como las luces de las ciudades de los Azules por las noches. Mi padre dice que no nos acerquemos nunca allí, que es peligroso, pero Rue y yo nos escapamos algunas noches con cuidado para que nadie nos vea y vamos a ver las luces de la ciudad. Nunca atravesamos la valla, puesto que a los que lo han hecho nunca se les ha a visto volver.
Camino durante unos minutos hasta los campos de trigo. Una vez allí, miro a Rohn.
Él me dedica una sonrisa amistosa y después sigue con su trabajo. Quiero acercarme más a él y abrazarle, pero no sé si él querrá abrazarme a mí. O si sentirá lo mismo que siento yo por él. Además, yo también tengo que trabajar. Luego tendremos tiempo para hablar, si es que hoy me atrevo a saludarlo.
Me alejo unos metros de él y me agacho para arrancar el trigo y meterlo en mi cesta. Me queda mucho por hacer.
Paso las horas recogiendo trigo, pero eso no quiere decir que no pueda hacer otras cosas al mismo tiempo. De vez en cuando intercambio miradas con Rohn y otras veces me quedo mirándolo sin que se dé cuenta.
Me pregunto si él hará lo mismo sin que yo me dé cuenta.
Lo dudo.
Posiblemente no.
Sé que no.
Mientras me abraso la cabeza con mis pensamientos recojo las últimas espigas de trigo de hoy. Las últimas de la semana.
Busco a Rohn con la mirada pero ya se ha ido. He llegado demasiado tarde, mañana me levantaré antes, y con un poco de suerte podré pasar unos minutos cerca él.
Antes de dejar mi cesta junto a todas las demás le dedico una sonrisa a mi madre.
Ella me devuelve la sonrisa. Se le arrugan un poco los ojos pero sigue siendo guapa.
Tras sonreírme baja la cabeza dejando caer un mechón de pelo en su frente. La noto preocupada.
Quiero acercarme y preguntarle si le pasa algo, pero no está permitido, podría distraerla de sus horas de trabajo.
Me obligo a caminar hacia casa y olvidarlo. Pero me cuesta hacerlo.
En mi camino paso por la casa de Rohn (como siempre). Paso la casa sin valor para entrar, para sincerarme con él. A veces me pregunto si algún día llegaré a hacerlo o si siempre pasaré de largo. Si no lo hago nunca tal vez alguien lo haga antes que yo. Y lo perderé. Viviré arrepentida el resto de mi vida. Pero, ¿y si él también siente lo que siento yo? ¿Y si el sentimiento es mutuo?
Me paro. Comienzo a dar pasos hacia atrás sin girarme.
Tras unos segundos caminando hacia atrás me vuelvo a parar, no tiene sentido, simplemente soy una niña. Y él es...
Una ráfaga de viento hace que no pueda llegar a perderme en la imagen que tengo de él en mi cabeza. Tan alto, tan fuerte, tan atractivo.
Doy unos pasos hacia adelante porque sé que el jamás de fijará en mí. Con la cara tan pálida, mis ojos oscuros y mi pelo sucio, lleno de enredos y mal peinado. Nadie se fijaría en mí, en cualquier caso se fijarían para despreciarme.
Él es tan él. Con su pelo despeinado y punzante. Sus ojos, sus grandes ojos barrones y brillantes como el atardecer. Su piel tostada pero clara. No pinto nada con él. Además, como dicen los demás, no pegamos.
Pero sus miradas en los campos de trigo me hacen dudar. Son tan amigables, tan... Eso es, amigables. Nada más. Deja de engañarte Lis.
Aunque tal vez es tímido como yo. Tal vez tengo que acercarme yo a él para que él se acerque a mí.
Doy media vuelta y me dirijo hacia su casa, nada puede pararme.
Al estar a tres metros de ella cambio de opinión. No es posible. Para él lo más posible es que solo sea la chica de la calle de al lado.
Me rasco la cabeza.
Sea o no la chica de la calle de al lado hoy me ha mirado. Tal vez no ha sido por la misma razón que lo he mirado yo. Pero, si no lo intento ahora, nunca me atreveré.
Comienzo a caminar por su jardín.
Dos metros me separan de su puerta.
Un metro.
Veinte centímetros.
Su puerta me está pidiendo que la toque.
Antes de que pueda cambiar de opinión la golpeo sin pensar en las consecuencias. Un calor comienza a subir por mi cuello hasta mi frente, sin disminuir en ninguna parte de su trayecto. También me tiembla la mandíbula. Me doy asco de lo nerviosa que estoy.
Paso unos minutos esperando una respuesta (en vano).
Vuelvo a golpear la puerta con la esperanza de que no me hayan oído tocarla la primera vez.
Nadie abre. Los ojos se me humedecen. No soy nada para él. No soy nadie.

 
¡Espero vuestra opinión en los comentarios! ¡Pronto el resumen de la historia y más capítulos!

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